no era el libro sino la causa (revisando viejos archivos como si no hubiera nada mejor que hacer)

Una amabilísima propaganda encubierta; a veces la militancia subterránea en medio del periodismo más ñoño y al final de todo después me doy cuenta de que no se entendió que quise decir qué, y sumar para ese lado. Las excusas no se filman. Todo publicado muy lindo en esa sección titulada, tan tan, La biblioteca ideal.
(1800 caracteres, tipeados en breves minutos)

La escena se repite en una librería mítica: la chica estudiante de Letras que pide “la segunda novela de Pablo Perez” sin animarse a decir el nombre. La vendedora insiste con el único objetivo de hacer ruborizar a la joven clienta: "¿me podés decir cómo se llama el libro?".
La obra de Pablo Perez empezó a circular en los noventa en fotocopias; Un año sin amor. Diario del Sida y el El mendigo chupapijas (Mansalva) vieron sus primeras ediciones gracias a Belleza y Felicidad. Años más tarde fueron reeditados, pero hoy es casi imposible hallar el primero, algo que muestra la letanía de los grandes sellos para descubrir voces e historias que llegan a signar una época.“Tengo que escribir. Hace tiempo que nadie me llama, hace tiempo que no escribo y cuando me siento a escribir siempre irrumpe algún inoportuno”. Así empieza Un año...: la prosa mantiene su potencia y recrea la cercana cadencia del llamado de un amigo a la madrugada, la angustia leve de paisajes confusos -pero inalterables- la proximidad del crujido de las páginas como los pasos afiebrados del protagonista desde el cine porno hasta su departamento; siempre de madrugada, solo. El libro, escrito en 1996, va más allá de su innegable valor documental: el SIDA por aquel entonces tenía el estigma de inmediato certificado de defunción. La tragedia del protagonista deja de lado la ampulosidad y se concentra en percepciones mínimas, tan profundas como arbitrarias, por momentos risibles.
Si es difícil aceptar la posibilidad de seguir viviendo una vez que se ha elegido el mejor traje para el propio funeral y se han recreado todas las reacciones posibles de amigos y enemigos ante la nueva lápida, Pablo Perez excede el supuesto género del “relato de minorías”: emprende un viaje en donde la marginalidad, entendida como pose desencajada o lugar inútil que hay que visitar, no significa más que tránsito, vacío, retorno.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Fragmentos del pasado, sonitz: esa escena inicial ¿no te la conté yo? (y si no te lo conté, te cuento ahora que a mí también me pasó, pero era porque tenía una vieja muy vieja al lado!)

Sonia dijo...

Sí, sí, puede que me la hayas contado vos. El reciclaje que convierte todo en otra cosa.