dice levín, funesiana presents

El miércoles se presenta mi pequeño libro de poesíaeditado por la pequeña Editorial Funesiana Los pacoquis también son(del tamaño de una uñay la crocancia de lo que no se dejar comer) El problema es que el CC Zas es muy grande. Va a haber música, unas palabras, algo para tomar.¿Vienen? ¿Vamos?

sobre lo que leés y como te afecta cuando empezás a escribir, la feria y las profesoras de literatura

Cuando era chica creía que si ponía una pava en el fuego para que el agua se evapore podía provocar lluvias; en Bahía Blanca siempre hay sequía. En esa época mis hermanos mayores me regalaron sus libros de Sandokán y, un poco creída, imaginaba que había crecido como ellos y que eso me daba cierto poder. Pero empecé a escribir cursis cuentitos de aventuras de un extraterrestre que tenía piel de peluche. Se ve que, como el vapor de la pava, la influencias, por lo menos en aquel entonces, no eran tan directas. ¿Habré robado ese imaginario de los pocos dibujos animados que veía? Al contrario de la tele, la lectura siempre tuvo la épica de la pesquisa detectivesca. Revolver la casa y agarrar lo que me sonaba a libro importante: Erich Fromm, pero también Juan Salvador Gaviota y Camus (había una colección de "Obras Maestras" en fascículos coleccionables) y algún libro de budismo del que no me acuerdo el nombre. En el secundario la biblioteca del colegio fue el bunker más seguro: la conciencia de la modulación profunda de la intimidad, el mundo privadísimo, una forma de evadirse o resistir en soledad, al contrario de mi primer aproximación a la lectura que, ahora que lo pienso, fue casi "para pertenecer". Por mucho tiempo no compré libros nuevos: llegaban en fotocopias, en ejemplares usados, por préstamos de bibliotecas o de los amigos. Cuando fui por primera vez a la feria del libro tuve una sensación similar a cuando inauguraron el Wall Mart en Bahía: un pasmo ante lo inabarcable; opresión de altoparlantes que suenan feo, dan instrucciones y gente que empuja. Pero la bibliotecaria y profesora de literatura del colegio iba siempre y lo sigue haciendo.Recorre y compra libros que en Bahía Blanca le cuesta conseguir. Y entonces me parece bien que exista la feria. Porque a ella le gusta. Y seguro que a un montón de profesoras que aguantan adolescentes conflictivos también.
Jimena Arnolfi me pidió está columnita que salió publicada en Miradas al sur el domingo pasado.

Katherine Anne Porter y todos sus cuentos



Una chica más de tapa y la confesión de un delirio fetichista.

Salió hoy publicada en tapa del Suple de Cultura de Perfil.

El sello DeBolsillo acaba de publicar los cuentos completos que le valieron a la autora norteamericana el National Book Award en 1965 y el Premio Pulitzer en 1969. La escritora se destacó junto a otras de sus contemporáneas, como Carson McCullers, Eudora Welty y Flannery O’Connor, contando historias de militantes de izquierda, trabajadores, esclavos liberados pero también de familias en crisis, monstruos domésticos y artistas prejuiciosos.

Vale pensar un delirio fetichista en el mundo de la literatura más allá de los libros? Inventemos uno arraigado a la idea de los juguetes de colección. Primero fueron las muñecas comunes para jugar a la mamá o dejar de adorno arriba de la cama. Más tarde, la reproducción de personajes ficticios de series de televisión, desde ositos cariñosos a superhéroes. Luego también copias de personajes reales. Muñequitos que representan jugadores de fútbol, muñequitas que asumen el nombre y la forma de cantantes pop. ¿Es posible imaginar una traspolación al sistema literario? ¿Un conjunto de muñecas escritoras? Sin duda no serían tan populares, pero si a alguien se le ocurriera, la colección debería incluir una serie con las narradoras norteamericanas del siglo XX. En la estantería del coleccionista posarían una extraña Carson McCullers con una blusa blanca, el pelo lacio, flequillo y ojeras; una alta Dorothy Parker luciendo uno de esos vestidos con los que logró infiltrarse en los ámbitos más exclusivos de la intelectualidad de su época; una Flannery O’Connor con delicados anteojos y una gruesa cadena plateada colgando del cuello; una Eudora Welty con su tocado típico de los 50 y sobretodo de amplias solapas, y una bella Katherine Anne Porter de rostro joven y de pelo totalmente blanco atado en un rodete o corto. ¿Qué lugar ocuparía esta última en aquella repisa? ¿Cómo desarrolló su carrera dentro del campo literario norteamericano? El sello DeBolsillo acaba de publicar en Argentina sus cuentos completos, que le valieron el National Book Award en 1965 y el Premio Pulitzer en 1969. Por lo pronto, Katherine Anne Porter fue colocada, en su momento, dentro de aquella fórmula del “gótico sureño” en compañía y tensión junto a McCullers, Welty y O’Connor.


 Sureñas y contemporáneas. “Tendremos una última palabra sobre el Sur. Sobre el sofocante Sur. El perdido Sur. El Sur esclavo”, dice Jake Blount, un personaje de El corazón es un cazador solitario de Carson McCullers. En aquel mismo castigado terreno se mueve la narrativa de Porter. Pero si Carson es algo así como la escritora disciplinada en cuanto a lo que usualmente se conoce como formación literaria, Porter estaría un poco en las antípodas.

McCullers asiste a prestigiosos cursos de escritura creativa en la Universidad de Columbia y la de Nueva York; Porter apenas concurre a una pequeña universidad de Texas luego de haber deambulado por diversas escuelas públicas y definió su educación como “breve y fragmentaria”. McCullers es una talentosa “niña prodigio”, su hermosa primera novela, El corazón es un cazador solitario, se publica cuando ella tiene sólo 24 años. Porter empieza a escribir porque un editor y amigo le pide un relato para dejar de escucharla hablar tanto, cuenta la leyenda. Así aparece en 1920, a sus 32 años, María Concepción, incluido en esta nueva reedición. El texto marca uno de los límites territoriales fundantes en su literatura: el norte de México –el otro será, como se dijo, el Texas y el sur norteamericano–. La historia configura un sofisticado culebrón, con una oscura protagonista cuya construcción denota uno de los extremos en los que es capaz de moverse la narrativa de Porter. De la violencia a la ternura; de la discreta contención al salvaje exabrupto. La traición y la venganza constituyen los ejes que proseguirán en sus relatos más tardíos.

Hay otros componentes en las dos “escritoras del sur” que las distinguen y permiten hacer justicia al particularizar sendas narrativas. En las piezas más brillantes de Carson McCullers, como La balada del café triste, cobran vida bellos quasimodos solitarios, relegados, de formas extrañas, inclasificables; freaks que se reflejan en el perturbador espejo roto de los “normales” que, se sabe, no existen en ningún lugar. Porter asume, en cambio, esa supuesta normalidad que dan los sujetos conocidos, los rigurosos paisajes cotidianos y hasta las figuras arquetípicas (el esclavo, el amo, el artista, el forastero, el militante, el trabajador, el intelectual, etc.) para instalar su mirada lapidaria o piadosa, siempre atenta, punzante, sobre el detalle de cada carácter, sobre lo particular de cada situación dramática. Para, a partir de ahí, tratar a fondo los tan remanidos “tópicos universales”.

Breve y diversa. Sus cuentos completos incluyen las compilaciones Judas en flor y otros relatos (1930), Pálido caballo, pálido jinete (1965) y La torre inclinada (1944); publicados por primera vez en 1965. Muchos han considerado la obra de Porter como escasa dentro de ese marco temporal: una carrera literaria de cincuenta años. Sin embargo, más allá de su única novela, publicada con posterioridad, los ejes de su narrativa corta son variados y la densidad de sus cuentos legitiman de por sí las otras consideraciones. 

El planteo problemático de las relaciones familiares se activa en cuentos domésticos (El, Violeta Virgen, El camino descendente a la sabiduría) o en sagas familiares casi mitológicas; relatos que fundan un origen real y simbólico para luego desplegar el modo en que aquello se reproduce en las generaciones siguientes. En El viejo orden las estrellas son dos ancianas, Nannie y Sophie Jane, que gracias a una feliz fatalidad logran superar desde la infancia esa gran división impuesta: la de ser una libre y la otra esclava. Relato rural, se impone la belleza de los ciclos de la vida y la naturaleza incluso en la vacilación perturbadora de la conservadora vejez con una prosa precisa y de estudiada cadencia, como el pulso del tiempo narrado. El respetuoso afecto entre las dos es el vínculo en el que se concentra Porter para hablar de una escala de valores caduca, por un lado, y al mismo tiempo de la sorprendente posibilidad de vivir una épica de la supervivencia cotidiana. “Coincidían en que nada quedaba de la vida que ellas habían conocido y en que el mundo cambiaba con rapidez, no obstante lo cual, por la misteriosa lógica de la esperanza, insistían en que cada mutación sería probablemente la última o que (…) una serie de cambios conduciría por fortuna (…) a provocar el renacimiento de las viejas costumbres.” Uno de los personajes de esta nouvelle o relato largo merece una digresión relativa en el hilo de esta nota: El Tío Kimbilly, un ex esclavo que se ha vuelto algo holgazán y disfruta de contar morbosas historias que incluyen escenas de tortura que los negros han vivido en el pasado –repletas de detalles escalofriantes–, que siempre exclama que “tiene mucho por hacer”, es uno de los personajes más adorables de la literatura norteamericana. “Poseía un don inigualable para tallar lápidas funerarias en miniatura” que los niños usaban cada vez que moría un animalito y “hablaba con un murmullo bajo, entrecortado y abstraído como si lo hiciera para sí mismo pero en realidad siempre decía cosas con la intención de que lo escucharan” (este tipo de relatos, con componentes ciertos de un pasado histórico atravesados por la matriz creativa de Porter, hace retumbar un diagnóstico, una lectura efervescente hacia el futuro). La subversión de los hábitos y mandatos intergeneracionales, el yunque heredado de la historia y la cultura reaparecen en varios textos, abriendo conflictos en escenarios diversos, desde el pueblo, al campo y la frontera.

Interior y exterior. Sólo el título es irónico: El camino descendente de la sabiduría narra, con un compromiso letal con su punto de vista, el tiempo que Stephen pasa en casa de su abuela materna por una pelea entre sus padres. Las elecciones entre una generación y la siguiente se pagarán al costo de cargar sobre el niño la deseperación racionalizada en códigos sobreexpuestos que lo estigmatizan, por ejemplo, como ladrón luego de haber tomado limonada de la heladera para convidarle a una amiga. A pesar de aquella idea que se le atribuye a Porter, la de que el estilo actúa como una falsa máscara, no podría afirmarse que el tono de la escritora sea el de la seca transparencia, la descripción dura al modo Hemingway. En El camino… logra recrear con maestría la perspectiva del niño cuando aún mundo y lenguaje son penínsulas agrietadas de sentido en formación.

Lo que se espera de los padres, la mirada de los otros como mecanismo de regulación del propio deseo es lo que sigue exponiendo, hasta las últimas consecuencias, en el cuento El. El pronombre actúa como un nombre propio devaluado que el matrimonio Whipple atribuye a uno de sus hijos, quien padece, adivinamos, síndrome de down. Porter no le regala al lector el lugar más cómodo; su descripción salvaje de la dinámica económica familiar lo deja en una encrucijada en la que ni siquiera podría condenarse con total convicción a la madre, pero tampoco hay un permiso para dejar de compadecernos ante el hijo. Y esa disrupción, desviada a la mirada de los otros (la fórmula “Sabes que la gente dirá que no debíamos…” en sus múltiples versiones), provoca un estallido de afiladas municiones sobre la construcción simbólica social: también es la comunidad la que muestra sus hilachas, entre el chusmerío y la solidaridad que la figura del “monstruo” –éste tan distinto a los de McCullers– puede llegar a suscitar. Y es que el realismo incisivo hace de esta vecindad proto cheeveriana algo realmente tenebroso desde el punto de vista de esa madre víctima (pero también victimaria con respecto a su hijo) que le sigue el juego.

Responsabilidades y privilegios. Las historias de Porter están habitadas por esclavos, militantes revolucionarios de ambigua moral (la escritora estuvo cerca del comunismo durante un tiempo, hasta que llegó el desencanto), de monstruos, niños y viejos. Sus desplazamientos se desarrollan ajenos a cualquier moralina o previsibilidad bajo formas clásicas, en relatos compactos, cerrados. Si la vejez vuelve con su sombra más desfigurada en Las calabazas de la abuelita Weatheral, esa abuela despiadada y negadora que rechaza permanentemente los cuidados de su hija y que es tratada por la narradora con una ternura cruel, la ironía –potestad suprema de Dorothy Parker– aparece como en ningún otro texto en Hacienda. La narradora, también escritora, desenmascara –como Parker al mundillo literario– la travesía junto a un soberbio cineasta ruso que va a filmar en un pueblito de México. La cultura cristiana y pagana, la tensión entre lo local visto desde una mirada extranjera, y los propios intrusos vistos desde la óptica de los nativos configuran la materalización literaria de la incomunicación, la puesta en acto del “sálvese quien pueda”.Todos buscan, en definitiva, su propio beneficio; el trabajo colectivo es una noción imposible. El rodaje se convertirá en un caos. Por un lado, el intento de eludir la censura del gobierno. Por otro lado, a las histerias amorosas de productores y actrices se le suma el hecho de que, uno de los actores-pobladores está preso por haber matado –por accidente– a su hermana. Ideas racistas, la colonización yanqui y el sometimiento indígena, la corrupción política local, son relatados impiadosa y graciosamente en una estructura sostenida, a diferencia del resto del libro, en gran medida por diálogos. “Son estos mexicanos –dijo, como si fuera una afrenta que hubiera mexicanos en México–. Son capaces de volver loco a cualquiera en un abrir y cerrar de ojos”, dice un personaje. Con frecuencia, las mujeres que cruzan estos cuentos tienen “todas las responsabilidades del hombre pero ninguno de sus privilegios”, como leemos en La torre inclinada, como vemos en la peripecia de la protagonista de Judas en flor, una militante comprometida y solidaria que suele quedar atrapada en las estrategias –desnaturalizadas de cualquier objetivo noble– de manipulación masculina.

 Y quizás éste sea el secreto último, el murmullo silencioso que comparten en diversas piezas, relatos y novelas todas las muñecas de la narrativa norteamericana de la estantería. Una mirada profunda sobre lo particular, un contradiscurso complejo, inteligente, no declamativo, más allá de los duros estamentos hegemónicos.

Ese sentido, singular en cada una de las escritoras, a veces sutil, otras provocador, continúa impactando sobre la mirada impuesta, en los sobrentendidos que prevalecen, incluso, cada tanto, en los poco aterciopelados muros del campo cultural.

Hay que pensar de qué discutir, hacer la mejor literatura posible y juntarse con los amigos y las amigas a hablar de ese placer de escribir y pasarla bien.
Eso es todo.
"Mi editor se fue. Experimento alegría similar a la que sentía cuando mis viejos me dejaban solo en casa. Necesito terapia urgente".

Hoy MARTES 21 DE ABRIL

CICLO
MANIFIESTO
El tercer martes de cada mes desde las 20.15 hs.
ULTRA, San Martín 678. Entrada Gratis.


ENRIQUE SYMNS, MARIANO PENSOTTI Y PABLO DACAL.

Intelectuales y artistas ponen en escena sus manifiestos estéticos, políticos y existenciales. Los invitados tendrán la libertad de confeccionar textos en los que manifiesten sus creencias o desarrollar una performance artística en la que sienten las bases de su producción. De este modo tomarán una posición frente al mundo, frente a la realidad, frente al arte.
Coordinan: Diego Erlan / Hernán Vanoli

¡Am!...

Zunini emerge en medio del caos laboral y con la cabeza atropellada mezclamos preguntas agudas después de una lectura super detallada del entrevistador, con el café con leche y la discusión brava de la mesa de al lado decimos cosas así, que sonaron cortantes!!
(al ppio solamente eh; Zunini me avala)


Después bajamos mil cambios.

(gracias ec)

"Paro y triunfo en el diario La Nación"


"Los trabajadores del diario La Nación lograron en la madrugada de hoy la reincorporación de los diez compañeros obteniendo un triunfo histórico.
Con una contundente huelga, que, incluyó a la planta gráfica de barracas, hicieron retroceder a la empresa en su intento de despedir a un grupo de trabajadores.
La medida comenzó a partir del mediodía en un sector de producción de avisos y luego, se extendió al resto del diario. Por la tarde, los trabajadores gráficos mantuvieron paradas las rotativas hasta la madrugada mientras aguardaban, conjuntamente con el sector de prensa del edificio Bouchard, una respuesta de la empresa. A las 2 de la mañana la patronal se vio obligada a dar marcha atrás ante la contundente realidad impuesta por los trabajadores. Por este motivo, una edición de emergencia de 16 páginas comenzó a ser distribuida recién a la 7 de la mañana.
Saludamos a los compañeros de La Nación por su firme decisión .
Comisión Gremial Interna"

Los Mudos jipea Tamarisco ¡HOY!




DICE FUNES Y LO ESCUCHAMOS DE PIE POR FAVOR:


Recién llegado de Chile, les voy a pedir atención: presentamos una de las mejores editoriales de nuestra ciudad y todos los que están en Buenos Aires tienen la excelente oportunidad de estar presentes para conocer los títulos editados por los queridos amigos Hernán Vanoli, Sonia Budassi, Félix Bruzzone y Violeta Gorodischer.
Como siempre habrá sorteosComo siempre habrá sorpresasComo siempre habrá cerveza


¡Y como la otra vez habrá programa de radiocon nuevos juegos!


¡Sumate a esta movida loca donde el Evo muerde bocadoporque no lo mandamos al frente!-
miércoles 15 de abril21 horas - moreno 2320


Ce Ce ZAS


*si eres copadotraerás amigxsy reenviarás

Iván Schuliaquer cuenta bien pero en otros términos esas charlas que hemos tenido

cuando pega el viento más fresquito en el último verano de nuestras ambiciones; cuando galopamos fieros la necesidad de pertenecer a esta urbana civilización, la supervivencia a veces no tiene glamour y la tragedia es pedestre y casi parece agremial
ponele:
_Ey, me aumentaron el alquiler pero no me pagaron el sueldo todavía y tuve que pedir guita prestada. Estoy medio en el horno. ¿Si te enterás de alguna changa me avisás?
***
_¿Vos sabés cómo es para tener un poco más de tiempo sin terminar robándoselo a la familia? ¿No habrá que hacer la gran Félix, la gran Fogwill, laburar de algo que no tenga que ver con escribir?
***
_Sí, a mí también me invitaron a esas jornadas, un embole.
_Bueno, pero pagan, hay que agarrar, ¿no?.
_¿En serio?¿Cuánto?
***
_Juan Diego me dijo que se cansó un poco de los Objetos...Ahora está contento pero eh.
***
_El laburo de recepcionista, en un punto, me rinde mejor, me quedan horas libres, las uso para corregir. Está bien.


Vía Crítica Iván quita la fantasiosa oscuridad de la pipa ajedrecista y cuenta estas historias en una doble página super bonita que resume ciertas vagas fantasías y domésticas realidades sobre cómo la gente como uno, la que no es como uno, se gana el pan o en otros términos el cronista se pregunta:

"
De qué viven los escritores argentinos"
(Yo creía que de rentas)
confiesan su changa Oyola, Bruzzone, Incardona y tantos más.

La malicia de la prensa

Cuentan de qué murió como si nada, como si hubiera sido funcionaria, periodista, bailarina, costurera, contadora. Como si quisieran con ese golpe realidad quitarle todo efecto romántico, cualquier onda posible.
Yo vi sus libros en el cuarto adolescente de una amiga. Ella los leía a escondidas -ejemplares robados a su tía soltera que hacía de abuela, su mamá no tenía mamá- porque había partes un poco subidas de tono. Mi amiga tenía un poster muy bahiense, en blanco y negro, de U2 (a mí esa banda no me cerraba) en la pared y unos carteles con linda letra con frases de amor, trágicas y optimistas.
Todo, todo, todo, para que La nación diga, ya en el primer párrafo, sus padecimientos de ancianita de 82 años. Yo le hubiera inventado una muerte mejor, o al menos recurrir a las pacíficas piadosas fábulas urbanas de la tierna ancianidad, esas que dicen: "murió tranquila pobrecita, sin dolor, se durmió un día y después ya no se despertó más".

" Creer que lo real es escribir en clave de documental, puede ser un error político"


Entrevista a Cristian Alarcón. (Una versión de esta entrevista, que hicimos hace un par de meses fue publicada en el Suplemento De Cultura de Perfil el domingo pasado)


"Acaba de aparecer la décima reedición del libro de no ficción "Cuando me muera quiero que me toquen cumbia. Historias de pibes chorros", de Cristian Alarcón; un hito poco frecuente para el género. Su autor prepara su próximo libro, "Transas" y en esta entrevista, habla de la relación entre crónica y literatura, del riesgo de victimizar a los personajes y de la escritura como una forma de resistencia del lenguaje."

-En Tras las huellas de una escritura en tránsito, Graciela Falbo ve en la crónica un intento por rescatar la palabra devaluada por los relatos que uniforman y refuerzan la expulsión. ¿De qué manera la crónica se convierte en un acto de resistencia del lenguaje?
--En la crónica modernista Martí proponía un acercamiento a lo real a partir de pequeños personajes tangenciales. En nuestra posmodernidad latinomericana eso se re edita desde otro lado. Un ejemplo de crónica reciente que logra lo que el poeta cubano es la de José Alejandro Castaño. En Zoológico Colombia –editado por Norma en Bogotá—cuenta la historia de los hipopótamos que sobrevivieron en la finca Nápoles, de Pablo Escobar. Como el macho alfa de la manada –"Pablito"—no les permite aparearse con las hembras, dos hipopótamos jóvenes remontan el río Magdalena en busca de hipopótamas. Eso le permite narrar algo supuestamente remanido –la guerra colombiana- con un nuevo lenguaje, que en su caso es de una simpleza sublime. A todos los cronistas nos ocurre de manera singular: en mi caso, la resisitencia está en la mediación que significa contar el habla popular. Cómo se dice "hijo de puta, te rompo la cabeza!"? Cómo se expresa el decir de esos grupos en los que el código es la base de todo? Prefiero ser efectivo, que el lector me siga, a ser un antropólogo que repite con puntos y comas un lenguaje que no por zanguango es mejor.
"Las relaciones humanas no cambian ni con los paramilitares", dijiste alguna vez. Solés hacér referencia a las relaciones afectivas que se establecen con los entrevistados. ¿Como lográs no victimizar innecesariamente?
Aprecio la capacidad etnográfica de los cronistas que logran salir indemnes de una inmersión profunda y sostenida. No es mi caso. Cuando el protagonista de una crónica sale de su corset de orgullo y prejuicio entrega más que su historia. En su trabajo, aunque luego pueda dar vuelta la página y volver, como es sano, a su mundo privado, el cronista también lo hace. Al retratar al otro en acción, su condición de víctima debe dejar de importarle al lector. En el último tiempo intento que eso pase también con el victimario. La crónica debería borrar esa diferencia engañosa: cada vez más eso es indistinguible, aún en la más pedestre y burocrática de las vidas.
¿Quién no ha tenido un jefe psicópata? Si se logra pasar por sobre el estereotipo entonces se imponen la complejidad en la que lo que impera es algo mucho más ambiguo que la condición de víctima, a veces vaciada de sentido por la corrección política.
-Cuando se trabaja con "grupos marginales" se suele hablar del riesgo de "embellecer la tragedia", al estilo Ciudad de Dios. ¿Es algo que te planteás evitar?
Cuando tuve que decidir qué director podía hacer la película de Cuando me muera quiero que me toquen cumbia solo tenía una pregunta para los tres directores que aparecieron con ganas: ¿De qué color cree que es el cielo en al escena en la que muere el Frente Vital? Quien finalmente se hizo de los derechos de adaptación fue Pucho Mentasti. Entre otros motivos porque me dijo que sería violeta. Me refiero a que el realismo es mi elección, pero no quiero que sea una trampa. Creer que la pobreza es gris o monocromática es daltonismo cultural. La intensidad en los territorios trastoca la visión estética de lo próximo. Es una manera de resistir al tedio, al calor insoportable, a la falta de agua, a los golpes de la cana, a los gritos y los insultos permanentes. El ensordecedor ruido de la cumbia, que sale de mega parlantes que parecen salidos de Barranquilla y no de Fuerte Apache, es parte de esa visión. Estetizar es también pintar la villa o el barrio como un páramo. Creer que lo real es escribir, o filmar, en clave de documental, puede ser un error político. Prefiero la recreación, la apuesta a una versión nueva de algo que se supone todos vemos por televisión en programas que venden el dramón de la pobreza como si fuera solo un montón de puteríos.
-Villoro dice que usar en exceso cualquiera de los recursos variados de la crónica es letal. ¿estás de acuerdo?¿qué recursos te generan más prudencia, más atención o temor a la hora de utilizarlos?
-Le he tomado respeto a la metáfora. Me he limitado en los adjetivos. Me voy circuncidando el atrevimiento estilístico. Pasé por un periodo neobarroso del que salí como se sale de un retiro zen. Con menos peso; más leve y concentrado. Es maravilloso que Villoro, que maneja el relato como un prestidigitador, advierta sobre esto. Sus cuentos son muy cronicados, y la técnica en él le permite tener ese balanceo que hace que no puedas parar de leerlos: su máxima es que la verosimilitud mata todo lo demás. Y eso deber venirle de su raíz periodística. Está lleno de escritores que basan sus ficciones en investigaciones o experiencias vividas. Naipaul cuando recibió el nobel dijo: la ficción ha muerto. Villoro demuestra que no.
-Muchos escritores diferencian, a grandes rasgos, entre aquellas obras que trabajan "con el lenguaje" y las que trabajan sobre "la experiencia". ¿Estás de acuerdo con esa dicotomía?¿cómo enmarcarías tu trabajo de escritura desde esta perspectiva?
-En mi caso al lenguaje lo expresa la experiencia. Tuve que elegir crónicas para llevar al Hay Festival de Literatura. La mayoría de las que escribo suelen ser de violencia. Así que combiné una de esas con una sobre la marcha del orgullo. El tono, el lenguaje, las metáforas, todo cambia, entre una y otra. El fraseo, el uso de los signos de puntuación, bailan en el carnaval gay junto con la marcha. En el barrio, el paso, es cadencia de zapatillas con suela llena de aire esquivando charcos de meo y mierda.
-¿Qué tendencias notás en el género?
-Hay una tendencia fuerte al freakismo. Otra fuerte al gonzo. Y por ahí unas experiencias más arltianas, o sea, de aguafuerte, de relato urbano. El Cuando me muera....ha hecho que varios jóvenes que están en esa se acerquen a mi taller de crónicas. Me sorprende que sean tantos, y que lo hagan tan bien. Son lectores voraces, perspicaces, y valientes. Entre los neo-gonzos hay una que me encanta: Gabriela Wiener, limeña que vive en España El resto de las innovaciones están en las búsquedas que cada autor hace: la que más se compromete en esa búsqueda acá es Leila Guerriero. Es de una determinación rayana en lo insano: somos muy amigos y me cuesta verla; casi siempre está investigando o escribiendo. Pero cuando uno lee un texto de ella se nota eso. Hay una búsqueda, vieja, pero por eso mismo válida, por la perfección.
***-¿Cómo ves al periodismo argentino actual?
En una encrucijada y con poco vuelo. Todo lo que se innovó con Página/12 ha pasado ha ser no solo tradicional sino que se lavó a tal punto que ya no sorprende. Aunque es muy criticado sobre todo por los periodistas más "intelectuales" a mi me cabe la apuesta cocoliche de Crítica de la Argentina: allí tengo el espacio para proponer sin límites, y en ese caldo pueden convivir Syms, Josefina Licitra, Cicco, Juan Pablo Meneses, Caparrós, Sergio Olguín y algunos de los más nuevos. Lo más nocivo es que el ajuste de recursos lleva años, y ahora con la excusa de la crisis continuará. Aún así, los más jóvenes tienen un aguante impresionante. Está lleno de pibes que entienden el oficio como una apuesta más allá de la salida laboral. Es meritorio, porque prácticamente no hay tal salida laboral. Mis alumnos trabajan de muchas cosas: pocas veces de periodistas. Sin embargo, quieren ser cronistas. La crónica se ha corrido de su pretensión de espacio y de editores generosos. El que la quiere hacer, la hace, por las suyas. El que busca, encuentra.
En general se dice que lo lectores leen menos y desde ese lugar se justifican las coberturas breves que tienden a simplificar y que terminan generando estereotipos y prejuicios discriminatorios ¿Qué pensas del, por llamarlo de algun modo, "mercado lector"?
Leí que Junot Díaz se queja por la falta de lectores, pero es el autor latino más vendido entre los yanquis. Estoy tramando una colección de crónicas urbanas desde la Facultad de Periodismo de la La Plata. El tema con las editoriales es si va a vender o no. Me dicen, no, la crónica no vende. Les digo: el Cuando me muera vendió diez ediciones. La buena literatura tampoco vende: es decir los mejores libros de cuentos, las novelas de los nuevos buenos tampoco, hasta que de pronto, algo pasa y hay alguno que se salva. En un mundo donde todo se hunde no podemos pretender que el mercado lector sea masivo. Pero sí podemos pretender contarlo. Se está hundiendo? Es un notón! Nos leerán los amigos? Quizás podamos tener un millón! Escribir sobre muertos me ha vuelto optimista. Peleo por el espacio desde que soy periodista; hasta el editor más jodido te cede unas líneas si se la vendés bien.
- Hace un tiempo definiste la crónica como trabajo territorial, ¿Qué implica esa noción?
La potencia de la crónica está en su poder mirar y contar lo nuevo: en ese sentido sostengo que es una versión insospechada de lo real. Aunque se critique desde cierto sentido común su vocación por los temas freaks, raros o marginales, lo cierto es que todos esos incentivos para contar no son más que una excusa para pintar tramas territoriales que subyacen a la supuesta "anormalidad" que narramos. El territorio no es solo un cuadrado de una hectárea en una ciudad latinoamericana embrutecida y violenta, o una esquina de ese enorme mapa. El territorio se expresa en diálogos duros entre tipos que no hablan con corrección, en las formas de matar de una sociedad, en los sueños irrealizables que preservan la salud mental de los que sobreviven con nada, en las formas del amor y el sexo entre algunas tribus urbanas, o en las desventuras de un grupo de perdedores. Sin territorio no hay crónica posible, a menos que se la banalice como una manera de obturar en la novedad por sí misma. Pero eso ya no es una crónica, sino un ejercicio de marketing. Se puede hacer mandando un mail y preguntándole a los amigos que opina de H o B.
-¿Creés, como afirma Caparrós, que a nivel estilístico no hay diferencia entre la literatura y la crónica?
-No estoy seguro de que Martín Caparrós piense exactamente así. Su aprecio por la literatura es mayor que el que tiene por la crónica. De eso no hay dudas. La paradoja es que sus libros de crónica despiertan más lectores que las novelas. Pero no creo que tenga que ver con los textos de Martín sino con la época que pide relatos urgentes, atados al aquí y ahora. El lo hace con tal maestría que es indudable que formarán parte de un legado literario universal. En ese sentido Caparrós nos ha marcado a muchos de lso que estamos en el oficio. En él se dan varios atributos juntos: la erudición y el estilo, la mirada filosa y el garbo, el viajero y el burlador, el crítico y el apasionado. Todavía no me siento en condiciones de defender mis crónicas como literatura. Eso puede que quede bien decirlo, pero hay que ser honesto: yo no lo siento. Tomás Eloy dice que la crónica es el genero periodístico más literario por su afán de trascendencia. Pero eso no quiere decir que sea un genero literario. Eso aún está en discusión. Lo cierto es que yo desde la investigación más dura decido ficcionalizar: mis personajes son imposibles de identificar, por lo tanto debo disfrazarlos, cambiar nombres y algo del contexto para hacerlos indetectables aún siendo reales. Eso no sé que es. Será literatura?

Los domingos son para dormir por Gostanian

El representado de @mavrakis desmenuza el librín en cuestión con pericia rutilante habitual. Gracias!


I. Cosmopolitano ≠ Cosmopolita
La manifestación de feminidad, estimado Sucesor, consiste en la magnífica capacidad para la insatisfacción.
“No sé… es un poco… es simpático, no sé, medio paisano, se le nota el acento de campo… igual es chico para mí -dice.” (Fuera de temporada)
Insisto, estimado Sucesor, en que la insatisfacción no es una hermana insignificante de la histeria. Y que la histeria, a pesar del abuso incondicional de la doxa de origen cosmopolitano -gentilicio que usted no debería confundir, nunca, estimado Sucesor, con cosmopolita- no es tampoco un simple modus vivendi. En todo caso, es más bien una categoría de pensamiento compleja. En principio, estimado Sucesor, una categoría con la que hasta el triste Roland Barthes estaba familiarizado. Tal vez, por su magnetismo poderosamente capitalista.

“…no sólo hay que ser buena, también hay que parecerlo -crema Avon antiage que mantiene el equilibrio hídrico de la piel-, así hago yo…” (Las cosas que brillan a mí alrededor)
O casi le diría, estimado Sucesor, que, lateralmente, por su magnetismo lacaniano. Porque la histeria es, inevitablemente, la satisfacción producida por una declamación permanente de insatisfacciones.
“…fomentar prejuicios sobre la estupidez femenina siempre juega a favor: es bueno que el enemigo subestime las fuerzas del adversario (una suerte que el machismo y Matías no se den cuenta de eso)…” (Todo lo de anoche)


En otras palabras, estimado Sucesor, se trata de una constante imbatible en las construcciones contemporáneas de feminidad.

Continúa aquí (en HDA)