El representado de @mavrakis desmenuza el librín en cuestión con pericia rutilante habitual. Gracias!
I. Cosmopolitano ≠ Cosmopolita
La manifestación de feminidad, estimado Sucesor, consiste en la magnífica capacidad para la insatisfacción.
“No sé… es un poco… es simpático, no sé, medio paisano, se le nota el acento de campo… igual es chico para mí -dice.” (Fuera de temporada)
Insisto, estimado Sucesor, en que la insatisfacción no es una hermana insignificante de la histeria. Y que la histeria, a pesar del abuso incondicional de la doxa de origen cosmopolitano -gentilicio que usted no debería confundir, nunca, estimado Sucesor, con cosmopolita- no es tampoco un simple modus vivendi. En todo caso, es más bien una categoría de pensamiento compleja. En principio, estimado Sucesor, una categoría con la que hasta el triste Roland Barthes estaba familiarizado. Tal vez, por su magnetismo poderosamente capitalista.
“…no sólo hay que ser buena, también hay que parecerlo -crema Avon antiage que mantiene el equilibrio hídrico de la piel-, así hago yo…” (Las cosas que brillan a mí alrededor)
O casi le diría, estimado Sucesor, que, lateralmente, por su magnetismo lacaniano. Porque la histeria es, inevitablemente, la satisfacción producida por una declamación permanente de insatisfacciones.
“…fomentar prejuicios sobre la estupidez femenina siempre juega a favor: es bueno que el enemigo subestime las fuerzas del adversario (una suerte que el machismo y Matías no se den cuenta de eso)…” (Todo lo de anoche)
En otras palabras, estimado Sucesor, se trata de una constante imbatible en las construcciones contemporáneas de feminidad.
Continúa aquí (en HDA)
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