La obediencia es mala consejera

(después de entrevistar a Fogwill y a Mairal me toca, una vez más, según costumbre, un autor "fallecido")

"El sello El Cuenco de Plata acaba de publicar “La lección del maestro y otros relatos”, obra del autor de “Otra vuelta de tuerca”, en la que tematiza la condición del escritor en la sociedad burguesa. De suma actualidad en tiempos en los que en diversos ámbitos se enseña “cómo escribir bien”, la obra obliga a reflexionar sobre la condescendencia de ciertos autores ante la demanda del público y el mito del artista que debe aislarse del mundo para encontrar la perfección."



Para quién se escribe? ¿Está bien o está mal vivir de la literatura? ¿Hasta qué punto el artista que trabaja para tener buen nivel de vida se vuelve un mercenario? ¿Con qué venenos se contamina el talento? ¿Se corrompe, necesariamente, un hombre por la fama? ¿Cuál es y qué forma toma el compromiso del escritor? Ambientada, suponemos, a finales del siglo XIX, La lección del maestro, de Henry James, no sólo habla, como cualquier texto, de los problemas de la literatura sino de la condición del escritor. El cruce siempre oscuro, a veces violento, que incluye elecciones entre la fama o la marginalidad, entre la explotación y la rebeldía, dibuja la difícil relación entre dinero, prestigio y obra. El sello Cuenco de Plata continúa editando la obra del autor nacido en los Estados Unidos y muerto en Inglaterra, trabajo iniciado con la publicación de la novela inédita La protesta.

Maestros pagos. Cuando los talleres literarios y la enseñanza de la escritura están institucionalizados, el planteo de esta historia sigue produciendo una interesante interpelación. Aunque el siempre esquivo concepto de mercado literario haya sufrido cambios a gran escala, y las editoriales y sus departamentos de marketing gestionen la imagen de sus escritores más exitosos a través de ruedas de prensa, giras de presentaciones y firmas de ejemplares en ferias internacionales, la pregunta sobre la ética y supervivencia del escritor no tiene (¿debería tenerla?) una respuesta unívoca. La diferencia de contexto de producción y circulación que muestra La lección del maestro no obtura la lectura actual.

El joven Paul Auvert es invitado a pasar un fin de semana a una distinguida casa de campo en las afueras de Londres. Todo lo que él espera es poder cruzarse y conversar con otro invitado, el prestigioso escritor St. George. Pese a que los últimos libros del consagrado autor “disminuyeron en calidad”, el protagonista sigue sintiendo hacia él una intensa veneración. “Le hubiera conmovido tanto que un hombre a quien admiraba profundamente sintiera el más leve interés por él que no se permitía juzgar semejante presunción por miedo a que resultara vana”. Está claro desde el comienzo: si el discípulo se coloca en posición de inferioridad, el otro preservará el lugar opuesto. Paul no tiene una mirada crítica, aunque sea consciente de la pobreza de algunas novelas del maestro. Esa tarde, se detiene a observar con fascinación todo aquello de lo que él dispone, desde su coche a su elegante esposa, y también la hermosa e inteligente señorita Fancourt con la que se pasea esa tarde. “Las mujeres bonitas eran un artículo de primera necesidad para aquel maestro”. El diálogo entre los dos literatos tardará en producirse, y será a instancias de la joven que St. George lea el libro de Paul esa misma noche.

Malas influencias. Al ver al maestro partir, después de haber acordado un encuentro en Londres, el narrador –una tercera persona próxima a Paul, que por momentos se transforma, con sutileza, en un nosotros inclusivo– describe: “El matrimonio parecía la imagen honorable del éxito, de la prosperidad económica y del prestigio social de la literatura”. Paul confía en St George en el sentido más abarcativo, concibe su vida y su obra como entidades inseparables, o como causa y efecto la una de la otra. Las comodidades burguesas, lejos de asustarlo o despertar suspicacias, alimentan secretamente sus propias ambiciones. En el extremo de la obediencia autoimpuesta, Paul le promete al maestro hacer todo lo que éste le diga. Y es éste, tal vez, el centro de su error.

El misterio no se pierde. Parte de la especulación del joven se dirige a las causas de la decadencia en la producción de St. George. ¿Ya habrá dado lo mejor de sí? ¿Después de un libro mediocre puede venir uno mejor? El rol de la señorita Fancourt, musa-groupie de ambos escritores, está analizada en el inteligente postfacio de Silvio Mattoni, por lo que sólo diremos aquí que ella se revelará como un objeto estratégico para la intervención del gurú sobre su discípulo, en el marco del clásico triángulo entre la joven promesa y el autor consagrado.

Sacerdote secularizado. El giro se produce cuando se concreta el encuentro en el estudio de St. George, donde el ejercicio de observar, en Paul, gana la fuerza de la tentación. Cuando mira los cuartos de la residencia del escritor, piensa que “todo en ellos habla de una gran casa”. Pero el maestro se mostrará vulnerable y se alzará a sí mismo como un contraejemplo: “Me he casado con el dinero”, confiesa. La ética del escritor, dice, debe estar cimentada en que sólo siga “la propia conciencia, el propio ideal, la singularidad de su propio fin”. St. George incentiva a Paul a dejar todo placer mundano, todo compromiso afectivo y retirarse a escribir, resignado a la pobreza; el viejo truco de “haz lo que yo digo y no lo que yo hago”. La historia continúa, y finaliza con cierta ambigüedad, abriendo lecturas. James parece sugerir que en el acto creativo no se impone, como en algunos talleres literarios, una explicación cierta, una fórmula que incluya la pretendida pureza del arte y las necesidades materiales del artista. Obra moral en el sentido más conflictivo del término, la lección del maestro es quizá la que más se deba desobedecer.

(Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil en marzo de 2008)
Después de larga discusión

ACLARACION

Buenos Aires, 2o de marzo de 2008.

Al público en general:

Ante el aluvión de mails que exigen explicaciones, nos vemos en la obligación de aclarar que la foto de post fechado el día 16 del corriente, en la que René parece haber perdido la vida en manos del cocinero, fue producida en estudio con todas las medidas de seguridad correspondientes. En este caso, se recurrió a un muñeco de utilería concebido para este singular fin.
Nadie salió herido en la producción de la escena.
La rana René se encuentra en perfecto estado de salud, gozando de unas merecidas vacaciones de Semana Santa junto a Ms Piggy, en el paraje La Vitícola, al sur de la Provincia de Buenos Aires. El viaje continuará por el arroyo Napostá donde los novios visitarán un exclusivo spa lleno de barro. Pronto volverán a ilustrar este blog.
Gracias a todos por la sincera preocupación.
de trabajo jueves santo.
En un microcentro recuperado por verdaderos vecinos, ventanas de chat en la redacción, se lee el peor prólogo por aburrido, ñoño y megalómano escrito por el propio autor. Ni ganas de reseñar ni de chatear.
de premio consuelo.
Expedición al quiosco de avenida de mayo, agrandar la vuelta en pandilla de redactoras, mirar las chucherías de Florida, la Plaza, dos bares y volver obedientes pero caminando lento, a propósito el paso se demora, es algo convenido y aprobado por unanimidad, mientras se piensa la tibia resistencia para el viernes en que, dicen tristes, murió Jesús.
Dicen cosas de Fogwill en la presentación de ayer, y digo que sí porque hasta el más inteligente de los personajes y de los escritores puede tener o de hecho tiene su propio apolillado o revoltoso repertorio de lugares comunes.

patos volados II

-A ver la manito, viejo, la manito.
-Y vos andá bajando el tonito, eh. A mí no me vas a hablar así. Lapiz reventado.
-Hormiga ridícula, ¿qué decís? ¿no te das cuenta de que estás sola?
-Vos, cobarde, ahí con esos matoncitos de cuarta en un lapicero. Bajá de ahí si sos mariposa eh. Para qué tenés esas alitas .
Domingo a la tarde.

-Ya sabía que no ibas aguantar más de 15 días sin blog.
-Lo uso como twitter. Bah, lo uso como puedo.
-Es lo mejor que uno puede hacer.

mucho blackberry y poco rock and roll

El campo del Velez de Bob Dylan un prado de armoniosa sincronía: música tranquila, hits reversionados imposibles de cantar, gente en paz envía mensajes de texto sobre un sonido suave, sin necesidad de gritar para pedir fuego al de al lado, sonido medio-bajo la música del que nunca se pondrá una camiseta de Argentina para salir a escena, ningún "buenas nochies buenos aires cómo esstan".

Hermosa foto final: la banda, todos de saco marrón y el cantante, sombrero y saco y pantalón negros, juntos como en una foto de reencuentro de egresados –con los mismos uniformes de 40 años atrás- se inclinan al mismo tiempo frente al estadio, personas que aplauden y algunas otras sacadas, que se atreven a gritar.

La sentencia de Gonzo: “Esto es lo contrario a Palau”, dice algo así.



*el título refiere al público y no al show en sí eh.

oficinistas buenas y oficinistas pretensiosas

tec tec tec de las teclas de ratones tipeadores hacinados por propia voluntad en un piso de microcentro.
En el microcentro hay Oficinistas buenos y Oficinistas pretensiosos.

“Tu ex compañero de banco me contó en un mail que ustedes se decían periodistas como un insulto” y la otra vez de la charla de Fogwill en el Malba un blogger se ofendía porque reproduje un antiguo dicho: “Serás lo que debas ser o estudiarás comunicación”.

Hay planteos para perder el tiempo, esparraguito de pelo parado camina de frente al viento, despeinado parece un poco loco.

¿cómo se pierde el respeto a una persona?¿cuándo hizo una maldad?¿una bondad?¿qué tonterías son tolerables? Todo esto puede transformarse en un pregunta filosófica o en una sincera preocupación.

En la línea D un vínculo alegre; un padre con una Mafalda abierta lee en voz alta al nene, 10 años calculo, que está al lado suyo. “Está hablando de la guerra de Vietnam. ¿Sabés lo que es la guerra de Vietman?”. “No”, dice el nene. Me río suave o sonrío intenso; pareciera que me río de una guerra pero todos saben que no; igual paranoia: van a pensar que no tengo ideología.

En colegiales hay muchos perros y muchas veterinarias. No es normal.

Hago un twitt bien twitt, o sea bobote. Un compañero de redacción hace un chiste al respecto, a los gritos. Me río por mantener cierta ubicación. Leo una nota de filosofía que alguien me manda antes de mandar a un editor. Está buenísima, te soltaste digo en un mail y justifico; en Espectáculos una amiga piensa en cómo resolver el tema guinsburg sin caer en esos pozos de llantos falsos, piensa, estrategia, ella tiene buen material. En la revista Barcelona está mi cara con otras “10 caras bonitas”, son graciosas, el dibujante es muy bueno y también trabaja acá y me regala la revista. Un editor de Información General nos regala un huevo de pascua Cadbury, el conejo de peluche en la canasta sobre la mesa de casa en Bahía, alegría. Ahora rodeamos el papel plateado y violeta y cada uno se lleva un discreto pedacito y vuelve a sus máquinas. El huevo de pascua roto es miguitas de chocolate triste. No hay segundas intenciones. Algunos lo guardan un rato para comer con el café.

Un Editor Jefe de Política se acerca a un redactor al que le dicen “pinguinito”, el pinguinito mira sentado, el otro tiene canas y es muy alto, está parado, las caras por separado son serias, pero el diálogo dibujado en diagonal es incómodo.

El redactor nuevo de ese suplemento; ese al que le dicen “muñeco cebador” ceba mate a sus jefes y pasea por entre los otros hablando por celular, te vemos te vemos te oímos, es tan importante todo esto para él, pero hasta él, seguro, está pensando en realidad en su novia en su mamá en su amante en un perro un gato, en irse lo más pronto posible de aquí.
O capaz que no. Aunque sea viernes.

A esta hora el subte lleno de oficinistas buenos que se visten bien contienen la respiración por estar llegando a sus casas como un montón más y entrar como entra el resto en ese vagón lleno de gente así.

Tomando uvita y comiendo atún

Contribuye con cierto mito generalizador, que puede jugar a favor de cierto indeseable sentido común, pero... es muy simpático, divertido y fresco por momentos además. Para un viernes ¡está bien!.


(...)
"La pregunta es esta: ¿por qué los escritores se hacen los interesantes? ¿Por qué evitan dar notas, hablan elusivamente de sus libros, citan novelas olvidadas y con olor a culo enterradas en librerías de viejo, se hacen los interesantes, visten mal y comen peor? ¿Es una forma exótica de bombear mística al derrumbado mercado de los libros? ¿O es simplemente algo que uno podría definir con unas pocas palabras tales como “son todos unos enfermos mentales”?

Cada vez que un pobre periodista cultural –digo pobre, porque yo también fui periodista cultural y vivía tomando vino Uvita y comiendo atún en latas que abría con las uñas-, decía, cada vez que a un pobre periodista cultural le toca entrevistar a un escritor célebre, siempre narra la escena como una odisea comparable a la de ver entero el programa de Marley sin sentir dolor de bolas. El escritor en cuestión mira al periodista como a un ser miserable que, por alguna disposición de la vida, está al final de la escalera, mientras él se encuentra en la azotea, comunicándose con la energía divina del cosmos y plasmándola en libros que sólo él y Dios comprenden."

(de todos modos, más que imaginarme a Aira en esa situación, lo veo imagino a Castillo y su barbita de señor displicente de soy oscuro pero lo sé casi todo porque vivo de noche; ¡mortal!)

CICCO EN HIPERCRÍTICO

poetas y narradores

Jorge Ricardo Aulicino leyó la entrevista a Mairal que hice hace unas semanas (todavía me digo que tengo que postear el "bruto" aunque esté desprolijo, igual con la de Fogwill; las ediciones son injustas, pero todavía bué).
Algunas cosas que dijo Mairal le sirvieron de chispa para hablar de traumatología y bacterias en El estante maldito.
(...)
"Así como un traumatólogo y un bacteriólogo no tienen mucho que decirse, excepto cosas relativas a la medicina clínica en general, y sería casi imposible que intercambiaran sus roles, un poeta y un narrador tienen poco que decirse: sobre todo el narrador no querría aprender nada del poeta, porque la manipulación lingüística de la poesía le sirve de poco y hasta puede dañar el procedimiento básico de la narrativa que es referir concretamente un hecho imaginario. La poesía ha querido, en cambio, aprender algo de la prosa, y de hecho los poetas leen mucho más a los narradores que los narradores a los poetas, pues Ezra Pound indicaba que la prosa es la cantera de la poesía. De este modo hemos tenido aquí anfibios, antes de que Casas y Vega se pusieran a escribir prosa. Tuvimos a Lugones, a Borges, a Marechal, a Silvina Ocampo, a Wilcock, a Juan José Hernández." Todo el post de Aulicino acá


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(vía sm)

HOY en ADN Cultura



Dicen los de Tamarisco: "Nunca diremos cuántos libros le pagamos a Federico Falco para que diga cosas como éstas en un medio serio, literario y nacional".

" F. F.: - Hoy por hoy editoriales como La Creciente, de Córdoba, o Tamarisco, de Buenos Aires, son las que más me interesan. Son pequeñas, autogestionadas. Sus editores son al mismo tiempo autores y se toman el trabajo de leer y de sugerir. Son las que más riesgos toman. Pero hablando desde el concepto real de mercado están totalmente al margen. En fin, yo no conozco mucho sobre el tema pero creo que no puede pensarse la literatura como una fuente de recursos. Publiqué mis dos libros en sellos independientes. No pagué las ediciones (lo que ya es un pequeño logro) y a cambio solo recibí libros en concepto de derechos de autor."

La nota completa de los 9 fantásticos, pinchando
esto
que se ve
en verde
rené

patos volados I



-Ni tiempo.
-Pero si tuvieras realmente ganas, te lo harías al tiempo.
-...
-Sí, cariño. Esa cara dejala para la otra. Es un blog, es un bruto, copy paste, yastá.
-...
-Pasa que sos muy obsesivo.
-Para nada. Soy re top.
-¿Ves?

(diálogo entre hormiga celeste y mariposa rosa)