(después de entrevistar a Fogwill y a Mairal me toca, una vez más, según costumbre, un autor "fallecido")
"El sello El Cuenco de Plata acaba de publicar “La lección del maestro y otros relatos”, obra del autor de “Otra vuelta de tuerca”, en la que tematiza la condición del escritor en la sociedad burguesa. De suma actualidad en tiempos en los que en diversos ámbitos se enseña “cómo escribir bien”, la obra obliga a reflexionar sobre la condescendencia de ciertos autores ante la demanda del público y el mito del artista que debe aislarse del mundo para encontrar la perfección."
Maestros pagos. Cuando los talleres literarios y la enseñanza de la escritura están institucionalizados, el planteo de esta historia sigue produciendo una interesante interpelación. Aunque el siempre esquivo concepto de mercado literario haya sufrido cambios a gran escala, y las editoriales y sus departamentos de marketing gestionen la imagen de sus escritores más exitosos a través de ruedas de prensa, giras de presentaciones y firmas de ejemplares en ferias internacionales, la pregunta sobre la ética y supervivencia del escritor no tiene (¿debería tenerla?) una respuesta unívoca. La diferencia de contexto de producción y circulación que muestra La lección del maestro no obtura la lectura actual.
El joven Paul Auvert es invitado a pasar un fin de semana a una distinguida casa de campo en las afueras de Londres. Todo lo que él espera es poder cruzarse y conversar con otro invitado, el prestigioso escritor St. George. Pese a que los últimos libros del consagrado autor “disminuyeron en calidad”, el protagonista sigue sintiendo hacia él una intensa veneración. “Le hubiera conmovido tanto que un hombre a quien admiraba profundamente sintiera el más leve interés por él que no se permitía juzgar semejante presunción por miedo a que resultara vana”. Está claro desde el comienzo: si el discípulo se coloca en posición de inferioridad, el otro preservará el lugar opuesto. Paul no tiene una mirada crítica, aunque sea consciente de la pobreza de algunas novelas del maestro. Esa tarde, se detiene a observar con fascinación todo aquello de lo que él dispone, desde su coche a su elegante esposa, y también la hermosa e inteligente señorita Fancourt con la que se pasea esa tarde. “Las mujeres bonitas eran un artículo de primera necesidad para aquel maestro”. El diálogo entre los dos literatos tardará en producirse, y será a instancias de la joven que St. George lea el libro de Paul esa misma noche.
El misterio no se pierde. Parte de la especulación del joven se dirige a las causas de la decadencia en la producción de St. George. ¿Ya habrá dado lo mejor de sí? ¿Después de un libro mediocre puede venir uno mejor? El rol de la señorita Fancourt, musa-groupie de ambos escritores, está analizada en el inteligente postfacio de Silvio Mattoni, por lo que sólo diremos aquí que ella se revelará como un objeto estratégico para la intervención del gurú sobre su discípulo, en el marco del clásico triángulo entre la joven promesa y el autor consagrado.
Sacerdote secularizado. El giro se produce cuando se concreta el encuentro en el estudio de St. George, donde el ejercicio de observar, en Paul, gana la fuerza de la tentación. Cuando mira los cuartos de la residencia del escritor, piensa que “todo en ellos habla de una gran casa”. Pero el maestro se mostrará vulnerable y se alzará a sí mismo como un contraejemplo: “Me he casado con el dinero”, confiesa. La ética del escritor, dice, debe estar cimentada en que sólo siga “la propia conciencia, el propio ideal, la singularidad de su propio fin”. St. George incentiva a Paul a dejar todo placer mundano, todo compromiso afectivo y retirarse a escribir, resignado a la pobreza; el viejo truco de “haz lo que yo digo y no lo que yo hago”. La historia continúa, y finaliza con cierta ambigüedad, abriendo lecturas. James parece sugerir que en el acto creativo no se impone, como en algunos talleres literarios, una explicación cierta, una fórmula que incluya la pretendida pureza del arte y las necesidades materiales del artista. Obra moral en el sentido más conflictivo del término, la lección del maestro es quizá la que más se deba desobedecer.
4 comentarios:
Mientras pasa todo este quilombo en el país vos escribís sobre Henry James? Me parece bastante idiota.
@anonimo
"Mientras pasa este quilombo en el país" vos no das el nombre!
¿Perdón? ¿que´tiene que ver?
La respuesta es obvia: 1)Sí, anonimo, escribo sobre eso porque es mi trabajo y no estoy de paro. 2)Lo que no impide que intente pensar, ni que discuta la cuestión que mencionás. 3)Lo cual tampoco garantiza que no haga idioteces, claro.
Saludos cordiales.
cuando pasa quiolombo en el pais, querida Sonia, es obvio que uno se tiene que sentar mirando el techo o por la ventana y reflexionar agudamente sobre los temas que empujan al pais al quilombo. Nada de trabajar, escribir, hacer ravioles, nada de eso puede hacerse sin incurrir en la frivolidad y el más pavo desinterés, me entendes?
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