ENTREVISTA A FOGWILL- por la reedicion de Vivir Afuera (publicada el domingo, en Cultura de Perfil; lo había entrevistado para el Suple el año pasado cuando Mansalva editó Los libros de la guerra, y antes en el Malba -tengo el audio, cada tanto aparece en el Ipod después de una que sabemos todos, un efecto raro) En esta no me decidí por el título; igual después pusieron una fuera de mis opciones:
“Vivir Afuera no le cambio una idea a ningún crítico”
“Si Vivir Afuera celebrara la democracia, daría risa”
“Ningún personaje es democrático”
“Debería haber podido insertar felicidad en Vivir Afuera”
¿A qué se dedicaría Saúl?¿Cuál sería el recorrido de Mariana?¿Con quien estaría transando el Pichi en el escenario post kirchnerista?¿tiene sentido pensarlo o la pregunta resulta demasiado lineal? Desde hace tiempo, en cada aparición pública, Fogwill se encargaba de defenestrar la primera edición de Vivir afuera, una de las obras que, para muchos, ha cifrado la década del 90 con mayor lucidez. Que la ilustración de tapa –una ruta con palmeras a los costados, sobre un fondo gris- no tenía nada que ver con la novela –“parece un afiche de ‘venga a Cancún que está nublado’”-que la diagramación del texto no era la convenida, que la distribución y la liquidación de las ventas no estaban bien. Los lectores pudieron constatar la ausencia de ese título en las librerías aunque, cada tanto, alguien alertaba de haberlo encontrado en un rincón de saldos de la calle Corrientes. Completando la serie de reediciones que vienen haciéndose de su obra –En otro orden de cosas, Un guión para Artkino, y sus artículos reunidos en el volumen Los libros de la guerra- acaba de aparecer Vivir Afuera. En el prólogo Fogwill afirma que la novela no envejeció y, ahora, cuando se le pregunta por los fundamentos por los que un libro se mantiene vigente, elige el contraejemplo para explicarse: “Si vos leés uno de esos libros de la desaparecidología, esos que se escribieron en los ochenta o un premio Clarín, te da la sensación de que es mucho peor que leer a Marco Denevi. Ni siquiera te digo que llego al extremo de decirte el factotum de La Nación, Mallea, pero sí ves el efecto de cualquier novela de los 50. Este libro, pudo apostar a algo que lo volviera viejo rápidamente. No seguiría vigente si fuera a la democracia lo que mi libro es al repudio de la democracia. Ningún personaje es democrático. Las chicas son fascistas. Y los que no son tan fascistas son, te diría, escépticos absolutos y nihilistas graves. Imaginate que ese libro hubiera sido escrito en los años de Alfonsín y que celebrara la democracia: daría risa. El triunfo de los derechos humanos, el juicio de las juntas, el país donde se estudia, se come…entonces sí hubiera envejecido. Lo mismo si sugiriera que el menemismo es lo peor que podría pasar. Pero este libro está sugiriendo que se vienen cosas peores”.
El misterio como estrategia. Vivir afuera funciona como una reescritura, bajo los efectos del neoliberalismo, de sus primeras intervenciones, aquellas que se preocupaban en señalar la continuidad entre la dictadura y la democracia no sólo en textos críticos sino en cuentos como Mis muertos punk, Ejércitos imaginarios o Pájaros de la cabeza, entre otros y también de Los pichiciegos –aunque, quizá, Vivir… no tenga la carga “profética” que Fogwill suele atribuirle a aquellos textos anteriores. “Sí. Es una reescritura… no sé si es conciente, pero me mantengo fiel a lo que pienso”.
Fogwill, sin necesitar subrayados –aunque reitere ciertas obsesiones- es un autor acertivo. Sin embargo, no responde de ese modo apenas se le pregunta qué no supieron leer aquellos críticos que, según escribe en el prólogo estuvieron “cada uno equivocado a su manera”. “No puedo responder eso, no lo sé. Si me dijeras que hubo uno que acertó te diría en qué se equivocaron los demás”, dice.
Parece una estrategia, querer plantar el misterio sobre una obra para que parezca inaprensible…
-Hay algo de eso, sí. A todos ellos les puede haber gustado el libro, etcétera. Pero a ninguno le cambio una idea. Y no son tipos imbéciles o hipócritas a los que el libro les haya cambiado la percepción de algo y después no lo quieran reconocer.
-La última vez que te entrevisté me dijiste que cada uno lee su espejismo mental cuando se enfrenta a una obra.
-Sabés que me parece que me equivoqué, porque Gandolfo no fue crítico pero tituló críticamente su reportaje, una nota cortita en Noticias. Puso como título “Lo sé todo”, cargándome, el mismo título que aquella enciclopedia. Pero era muy claro en Link, Schettini y Horacio Gonzalez que cada uno celebraba el halago o la palmadita o la franela que se le hacía a su doctrina. La reseña que menos me gustó fue la de Link. Porque no podía zafar de una condición aduladora. No digo que fuera un error de él, que fuera inauténtico sino que no podía zafar, él estaba escribiendo contra alguien que para mí que era Juan Forn, estaba escribiendo para enojarlo, a él o a Piglia.
-¡Como vos!
-(Risas)¡Yo vivo para atacar a Piglia!. Ahora me han dicho que su novela nueva es muy buena.
-¿Cómo hacés para zafar vos de aquel “espejismo mental” cuando hacés operaciones de lectura como aquellas en las que estableciste cierto canon?
-No siento que me pase pero siempre le temo a eso.
-Si los críticos no cambiaron con Vivir Afuera, ¿implica que creés en que la literatura tiene una capacidad transformadora?
-Si un libro no tiene la belleza de las grandes obras, como El Quijote, tiene que tener algo, sino no habría que haberlo hecho. ¿Qué puede conseguir un libro si no alcanza la belleza?
-¿En ese sentido falla Vivir…?
-Habría que escribirlo de nuevo, ¿no? Pero no tendría que existir el libro para escribirlo de nuevo.
Fogwill cita El despertar del nuevo día, relato de Hebe Uhart –quizá la única escritora a la que reconoce admirar en público- en el que “una viejita se cae y se golpea y la otra va a cuidarla. ‘No se me mueve de la cama que yo me ocupo de todo”, le dice la otra. Yo debería haber podido insertar “felicidad” –ponelo entre comillas que es una palabra de Sarlo esa-, una felicidad como esa en la novela. Pero no me dieron las pelotas, no me dio la lucidez para meterlo. Está rozada, hay una escena del Pichi en la casa donde hay una señora que es la que le cuida la pieza. Pero después si el tipo tiene alguna lealtad o solidaridad con el gordo del taller que es un cuadro de Aldo Rico, o con el cura o el pastor, eso se da en tanto comparten ideologías, no en tanto representen a lo humano. No hay nada humano ahí. Pero reconozco que no la vi. En segundo lugar me tranquiliza que ningún crítico la vio. Tercero, me amarga el hecho de que ahora que lo veo, no podría hacerlo.
¿Por qué no podés?
-Tiene que ver con la necesidad de escribir en contra como única manera de escribir. Pero de golpe, si uno pudiera pintar eso de Hebe Uhart…eso yo no lo puedo hacer.
-¿Qué ganaría la novela con eso?
Si tuviera eso, cerraría algo que en Vivir Afuera queda abierto.
-En algunas entrevistas de la primera edición reconocías cierta imperfección en la estructura de la novela.
-Yo había pensado en espacios entre bloques de párrafos y eso en general se cumplió; yo la escribí en la matriz de los libros que Sudamericana me había publicado, con los mismos espacios por líneas, y en una reunión con Chitarroni y Gloria Rodrigué, la dueña de la editorial y de Edhasa, me prometieron que el formato del libro iba a ser igual que los anteriores; eso daba 486 páginas. Primero, procuré que el 80 % de los saltos de texto, los saltos de bloque, fueran correspondiendose con saltos de página y los que no se correspondieran estuvieran en el medio. ¿Esto porqué? Por lo mismo que todos los libros que están escritos en bloque. Son los diez minutos que uno tiene talento para escribir, te fumás dos cigarrillos y tac. Terminaste uno de esos bloques de 1800 caracteres y sentís que ya te estas ahogando, ya perdiste oxígeno, te da hambre, etc, por eso los bloques de texto están cada vez más de moda. También hice algunos cifrados que ya perdí, una fecha de nacimiento, un número, los 69 se correspondían con actos sexuales, boludeces así, para divertirme. Para ahorrar plata también le pusieron un papel de diario y redujo en un 35% el tamaño de la tipografía.
-Me refería a la estructura narrativa
Sí, pero al cagarse en mi deleite de los ritmos que yo había logrado con los blancos y los negros de la tinta se me hizo más evidente que el libro no era El arte de la fuga de Bach.
-Pensé que te interesaba la falta de simetría.
Sí, me gusta, debe estar en el primer capítulo de En otro orden de cosas, donde lo digo; hay un pintor que trabaja con eso y me encanta pero no como algo no logrado.
-¿Qué expectativas tenés con la edición de El Ateneo?
-Todas las que tenía las cumplió. Me pagó, no mucha plata pero me pagó. Tengo la expectativa de que se agote rápidamente y me vuelva a dar esa suma. Cuatro mil ejemplares cash. Como estaba, Vivir Afuera era invendible en España. Tenía una tapa de cartulina de las de Tribunales, impresas con un sello de goma, no lo abrís. Pero este libro en España puede andar bien, no digo grandes ventas pero puede ser tapa de todos los suplementos conseguir críticas muy elogiosas como esas que suelen hacer los gallegos “por fin una obra que” y vender sus 600, 700 ejemplares, que está muy bien para un libro que no es para nada permeable para la cabeza española.
-¿Se tiene un poco idealizado el mercado literario español?
-Anda con una buena obra, un buen libro, con el libro de Diego Meret por ejemplo y para empezar Alfaguara, Sudamericana, Planeta, no se lo publican. Pero suponte que el tipo sea profesor de la facultad, o tiene un librito muy elogiado, le van a dar 1500 o 300 mangos acá; en cambio en España le darían 5000 euros y si puede vender igual que uno mío lo recuperan en un año. Cómo no lo van a idealizar, la belleza está determinada por el capital, que ordena que la relación euro peso sean mejores. Como contraparte, no entienden nada.
Fogwill señala que cuando Un guión para Artkino salió en España, a la semana generó 5000 referencias en Internet; hoy crecieron a 11000. Pero cuando uno entra en esas páginas, dice, no encuentra más que el texto de contratapa y la gacetilla de prensa. “No hay la menor discusión. La crítica española es completamente impune, ponen cualquier cosa.”
-¿Y cómo ves el estado de la crítica local?
Acá es mediocre pero no impune. Tienen miedo. Hasta el peor crítico de Pagina 12 tiene miedo de meter la pata cuando hace una crítica. Allá no tienen ningún miedo, están acostumbrados a seguir el poder de Prisa, el poder de Santillana, del Grupo Z, se cagan de risa.
En pocos días, Alfaguara lanzará un volumen con sus Cuentos Completos, que incluirá un relato inédito –en realidad, aclara Fogwill, ese texto debería haber salido por la Universidad Diego Portales, que “le pagó muy bien”- llamado Otra muerte del arte, que escribió en simultáneo con La gallinita mágica, el gallo de oro –aquel en que un padre le lee a sus hijos, otra vez una posible referencia a Piglia y su postura con respecto a la paternidad-, pero que, al encontrarlo el año pasado, corrigió un poco. “Con este libro trabajé casi tanto como escribirlo de nuevo porque reordené todo. Fuera de la cronología, intenté darle un ritmo”.
-¿Corregiste otros cuentos?
-Tuve problemas porque tenía muchas versiones diferentes, por las ediciones diferentes que salían en España, en Chile, pero ninguno es infiel a la primera version argentina. Yo escribi muchos libros que en realidad son truchos porque si te fijás, Mis muertos punk tiene tres cuentos que aparecen en Ejércitos imaginarios, que tiene cuatro cuentos nuevos que aparecen después en Restos diurnos, que tiene tres cuentos nuevo que aparecen en la otra versión de Muchacha Punk.
-En la última entrevista que te hice dijiste que no tendrías que haber publicado nada. Pero no sólo publicaste sino que reeditas. ¿Que libro no reeditarías?
Hace poco me compraron La buena nueva. Porque precisaba la guita. Vino la crisis y no la pudieron publicar, así que le devolví la plata y desarmamos la operación. Y ahora tendría que estar muy muy necesitado, y te llamaría a vos para que me prestes y si no me prestás vos tampoco, que sos la única persona a la que no cagué entonces tendré que venderlo de nuevo pero no me gustaría porque es un libro estropeado.
¿Por qué?
Porque ese libro salio original por Planeta; le faltan capítulos, por ejemplo, los de un personaje que se llama Lenin que era un gran amigo mío y que existía y que era librero. Además, cada vez que lo veo, siento la mano sucia de Juan Forn. Además está mi mano sucia, es un libro de mala fe que escribí contra Massera, pero hay algunos capítulos buenos que los voy a reciclar como relatos.
Estos fragmentos quedaron fuera de la charla. No tuve tiempo de desgrabar todo tampoco.
Sobre los redondos (¿?)
7 comentarios:
I wish you health and happiness every day!
Ich wünsche Ihnen Glück und Gesundheit jeden Tag!
Je vous souhaite santé et bonheur chaque jour!
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雲林
buena sonia. ultra interesante!
Qué linda entrevista, Sonia!
Beso
Max
Gracias tapa roja!!!
Y a vos también, Maxi, pero sabés que siempre puede estar mejor.
besos a ambos
Me encanto la entrevista Sonia... No leí nada de Hebe Uhart. Si me gusta Fogwill, entonces es recomendable?
Gracias Diego compatriota!
Sí, es excelente lo de Uhart. El año pasado Adriana Hidalgo publicó su libro de cuentos Turistas; está en todos lados.
saludos!
Compatriota por el pago o por el oficio?? O porque nos paguen (menos de lo que quisiéramos) por el oficio.
Despues te cuento sobre Turistas. No sé como pedirlo: uart, ujart... Me parece que lo busco directamente en la góndola.
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