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"Los hombres fríos destruyen a las mujeres. Las cortejan con algo afable que sacan para mostrarlo, algo anexo a sus almas como un invernadero falso, te llevan hacia él, y crees que ves la vida y la vitalidad y el sol y el verdor, y después, cuando los amas, te llevan a su verdadera alma, un salón de baile cavernoso, vacío, lleno de corrientes de aire, arqueado y abovedado inexorablemente, un lugar que se burla de ti con sus ecos... oyes cómo todo lo que has sacrificado, todo lo que diste, aterriza con un ruido sordo y fuerte. Cierran el invernadero con llave y, de pronto, tu eres tan chiquita como una figura dibujada en un plano de un arquitecto, un borrón sin cara, una mancha de miembros como palitos, abandonada en un voluminoso desierto de piedra". (...)
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