Sobre Mujeres de Dios de Sonia Budassi

Por Juan Terranova
(Leído ayer en la presentación)

— No me interesa el tema —me dijo.

Estábamos parados en Avenida de Mayo y Lima.

— Prejuicios —respondí.

— Quizás —insistió ella.

— El libro es atractivo, de buena factura —seguí yo.

— Eso no lo dudo —terminó ella.

— Tiene un público —fue mi último intento.

— Eso no es tan relevante —cerró ella.

La periodista, buena lectora, me dio un beso y se metió en el subte.

Yo le comentaba que había salido el libro de Sonia Budassi, Mujeres de Dios. Un libro “sobre monjas”. Pero no. Las discusiones literarias nunca son ni tan escuetas, ni tan prolijas, ni tan cortantes. Estos es la síntesis. Antes, está el barro húmedo del lenguaje con varias preguntas: ¿Cuáles eran las dificultadas con las que se iba a encontrar? ¿Cómo narrar ese mundo? O mejor, ¿había allí un mundo para narrar? La conversación en la puerta del subte vale igual como ejemplo. Las mujeres modernas, infectadas de un feminismo mal entendido, de un anarco-marxismo liberal, tratando de descular todavía cómo hacer para gozar un poco más, no se interesan por las monjas. ¿Deberían hacerlo?

Mujeres de Dios era un libro muy difícil de escribir y se me hace difícil también escribir sobre él. Primero, porque el tema es esquivo y complejo y da para creer y sospechar al mismo tiempo. Segundo, porque el lúcido prólogo de María Moreno dice lo que hay que decir para vestirlo y presentarlo. ¿Quedo, como hombre, como heterosexual, como católico, en una posición secundaria?

Retomemos. En una sociedad atravesada por el deseo y el lívido, estas mujeres, monjas y religiosas, parecen imposibles personajes de un libro, o al menos, de un buen libro. Con los gronchos o los putos, por ejemplo, es más fácil. No digo que sea mucho más fácil, pero sí un poco. Porque son “el otro” clásico, el otro de la lucha de clases, y al mismo tiempo que son el otro, encarnan una fuerza libidinal, incluso mística, que muchas veces no es más que un reflejo distorsionado de las imposibilidades o fantasías de nuestros escritores y lectores indefectiblemente pequeño-burgueses. El marketing, la publicidad y la literatura han sabido sacar provecho, con diferentes resultados en calidad y cantidad, de esta épica de mirar en la sopa del pobre y ver contornos que nos sorprenden.

Con las monjas, sin embargo, la historia es diferente. El otro aparece opaco, mostrando la falta, la renuncia. Si hay pobreza, también hay riqueza. ¿Puede haber sensualidad en eso? Puede. Pero es una sensualidad distinta. La pregunta sigue acechando a nuestra imaginación siempre escasa. Hagámosla de una, sin dudar: ¿cómo es una vida sin un horizonte de sexo? Y más allá todavía: ¿cómo evitar la perplejidad ante la seguridad en la renuncia?

Me pregunto: La descripción de una felación, que puede ser mujer-hombre, pero también hombre-hombre, ¿resuena en el escándalo? Quizás, pero sabemos qué hacer con eso, sabemos dónde ubicarlo en la estantería personal de nuestro orden simbólico. El libro de Budassi plantea otros enigmas. Sin llegar a lo insondable, ¿no produce una rara incomodidad la frase (cito la voz de una de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús) “La virginidad es la continencia, que ofrece en voto, consagrada y reserva al Creador la integridad del alma y del cuerpo”? Las cosa se vuelven todavía más refractaría si le agregamos conceptos tan devaluados como “Dios” o “Piedad” y prácticas tan poco claras como “la Fe”.

¿Qué hay entonces adentro de Mujeres de Dios? En el libro de Budassi está la monja buena y la monja mala (parecidas al policía bueno y el policía malo). La buena va a decir: “Algo que tiene Jesús es que es un cabeza dura”. Y la mala le va a hacer preguntas todo el tiempo a la cronista: “¿Quién te manda? ¿Esto no lo va a supervisar nadie de la Iglesia?”.

Pero también está la monja que se va al encuentro de la guerrilla rural en Colombia, los efectos del Concilio Vaticano Segundo, una carmelita de clausura que confiesa haber tenido miedo de volverse loca, monjas que tienen blog y aparecen en facebook, el machismo de los Jesuitas y de las mismas consagradas, la entrevista con la piba que dejó los hábitos y cuenta su experiencia “en una congregación conflictiva” (Llega a decir: “La guita, el sexo, la violencia… ¡Faltaba la droga!”).

Y hay también, aparte de las historias, las personas y los personajes, una autoconsciencia del libro que es atractiva, que lo hace sólido. La cronista se cita con una informante en una pizzería de Pacífico y escribe: “Hay demasiado movimiento como para lograr una charla íntima, eso que alguien puede suponer que tiene que tener este libro: confesiones únicas, secretos guardados por años y hasta revelaciones escabrosas”.

Creo que el mundo es demasiado complejo para hacerlo pasar entero por nuestra subjetividad. Sabemos de la trampa de reducir todo a un esquema binario –que remite a la moral, lo bueno o lo malo– o a un sistema cartesiano –que remite a la amplia gama de las teorías sociales del siglo XIX.

Nos queda construir o descubrir nuevos lugares y personajes, examinar, dejarnos modificar por el mundo. Quizás el futuro nos depare, a nosotros, cronistas de hoy, el estilo de la denuncia o la marca del escándalo, mientras tanto nos entrenamos en la inteligencia solapada, en la sutil diferencia, en la trompeta brillante que suena con sordina. Termina un encuentro con una monja y Budassi escribe: “Me deja la impresión de una persona alegre, convencida y entusiasta; es raro pero suena auténtico”. Me gusta esa frase. Ni los cronistas ni los críticos literarios deberían perderla de vista: “Es raro, pero suena auténtico”.

Foucault dice en su Historia de la Sexualidad que, lejos del silencio o el tabú, sólo hablamos de sexo. ¿De qué hablan estas mujeres de Dios? O mejor, ¿cómo hablan? Esa es la pregunta que se hace Sonia Budassi. La precisión y el humor de sus epígrafes, títulos y subtítulos y la elegancia de su prosa se agradecen y confirman, contra todo pronóstico y todo prejuicio, que Mujeres de Dios es un libro que no hace otra cosa que revisar diferentes formas de la libertad.

5 comentarios:

Félix dijo...

Lamento no haber estado, aunque estuve, unos minutos antes de la hora, en la puerta de la Boutique, pero un llamado, una urgencia familiar leve, mi hija quería estudiar para una "prueba" de hoy, me hizo tomar la decisión de irme antes del comienzo, antes de, incluso, entrar a la librería.
Lamento no haber estado, pero no lamento haberme ido.
Me quedaré con la duda de qué tienen en común, si es que lo tienen, este libro y el de Terranova, "La Virgen del Cerro", libros que no sé si voy a leer.
El que seguro voy a leer es el que sale por Entropía.

Saludos.

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

"En una sociedad atravesada por el sexo y el lívido"... No será "la libido"?
Atentamente -

principio de incertidumbre dijo...

¡la estamos viendo en la tele!

Anónimo dijo...

FelixM: No seas prejuicioso. El libro de Budassi, no se si el de Terranova, se lee como el mejor libro de cuentos.
Javier