El subte repleto como anunció el lánguido cartel verde de Línea D con demoras, la distancia que tenés cuando estás en el pogo de un recital, el movimiento colectivo que no domina nadie pero cada tanto una piña, alguien claustrofóbico o individualista desesperado por llegar a ese asiento que la embarazada acaba de dejar y tratar de no sumarse al patetismo revanchista del pasajero e imaginar desiertos patagónicos para que el apretuje sea más leve, una mochila engancha mi cartera y todo así peleado, la cabeza para arriba como en los recitales para respirar mejor, y justo ahí ves, sobre el rincón del vagón, que por encima de la baranda de más arriba una mano -no se ve ni el cuerpo ni la cara- sostiene un libro abierto; como imagen de la resistencia resulta demasiado lineal y pienso en los redactores de cultura lque encerrados leen en la redacción entre la entrevista a Moria, el teléfono, los gritos y las charlas con el comisario tal y como no me concentro en el viento patagónico ni en el paisaje campestre, intento leer el título pero no puedo, entonces la tapa cuadriculada blanca y negra de Tusquets me hace inventar que el pasajero mano en alto tiene abierto un libro de Kundera, pesadísimo.
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1 comentario:
...ver a alguien leyendo siempre crea cierto sentimiento de comunidad...
(¿que obras se puede escribir en magros 140 caracteres?)
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