Escribí esta columnita sobre, diría la volanta de ocasión "Paul Auster y el cine" para la nota de Hernán Arias (no lo querían tanto a Auster) que salió el domingo en la tapa del Suplemento de Cultura de Perfil.
Escribir no te habilita a patear penales
En algunos casos, la doble ocupación de escritor y guionista demostraría cierta versatilidad, si se sigue el lugar común, la idea-fuerza simplificadora, de que la literatura se hace con palabras y el cine con imágenes. Desde el punto de vista de la producción, Jean Claude Carriere era realista en su ironía. El francés solía decir que –a diferencia de una novela– una vez que comienza un rodaje, el destino de un guión es siempre el tacho de basura.
Paul Auster escribió el guión de Smoke (Cigarros) –dirigida por Wayne Wang– y Blue in the face (Humos del vecino), codirigida entre él y Wang. Ambas se convirtieron pronto en objetos de culto. Pero a mitad de los 90 el autor redobló la apuesta: no sólo escribió el guión, sino que también dirigió -él solo- Lulu on the bridge, que en la Argentina se editó directamente en VHS con el poco seductor título de Heridas de amor. La historia gira en torno a un excéntrico doctor neoyorquino, a una chica linda y una piedra de mágicos atributos. El libro ofrece fotos de los protagonistas, Izzy –Harvey Keitel– y Celia Burns –Mira Sorvino– en el rodaje y un apéndice con entrevistas. En una, Auster afirma: "en el fondo, se trata de una misma cosa: de narrar una historia. Traté de emplear todas las herramientas de las que disponía para hacer lo mejor que pudiera: actores, cámara, luces, decorados (...). Hubo momentos en que pensé: la cámara es la tinta, los focos, signos de puntuación".
La analogía es poco feliz y esa confusión puede verse en el film; una película tediosa que por momentos recuerda, por sus recursos, historia y ciertos parlamentos, al cine de Eliseo Subiela. En un momento, la pareja protagónica (mientras Sorvino se desviste) tiene una conversación que incluye la pregunta: "¿Quién demonios eres?", y la respuesta: "Soy yo. Eso es lo que soy". Y luego: "¿Tienes alma?". La película no carece de pretensión intelectual y pseudometafísica; hay autorreferencialidad y reflexiones sobre el lenguaje del cine y la creación. El Auster director afirma que es una película "complicada"; admite que hay tantos hilos que recorren la historia que "para cuando llegas al final, están tan enmarañados unos con otros (...). Pero lo más importante es que se trata de una historia muy emotiva, una historia de sentimientos profundos y poderosos". Auster hace referencia a una "estructura onírica de los hechos" que mueve la narración; narración que deja ver a un escritor de novelas demasiado ambicioso, quizá también demasiado desesperado por triunfar, además, en la industria del cine.
En algunos casos, la doble ocupación de escritor y guionista demostraría cierta versatilidad, si se sigue el lugar común, la idea-fuerza simplificadora, de que la literatura se hace con palabras y el cine con imágenes. Desde el punto de vista de la producción, Jean Claude Carriere era realista en su ironía. El francés solía decir que –a diferencia de una novela– una vez que comienza un rodaje, el destino de un guión es siempre el tacho de basura.
Paul Auster escribió el guión de Smoke (Cigarros) –dirigida por Wayne Wang– y Blue in the face (Humos del vecino), codirigida entre él y Wang. Ambas se convirtieron pronto en objetos de culto. Pero a mitad de los 90 el autor redobló la apuesta: no sólo escribió el guión, sino que también dirigió -él solo- Lulu on the bridge, que en la Argentina se editó directamente en VHS con el poco seductor título de Heridas de amor. La historia gira en torno a un excéntrico doctor neoyorquino, a una chica linda y una piedra de mágicos atributos. El libro ofrece fotos de los protagonistas, Izzy –Harvey Keitel– y Celia Burns –Mira Sorvino– en el rodaje y un apéndice con entrevistas. En una, Auster afirma: "en el fondo, se trata de una misma cosa: de narrar una historia. Traté de emplear todas las herramientas de las que disponía para hacer lo mejor que pudiera: actores, cámara, luces, decorados (...). Hubo momentos en que pensé: la cámara es la tinta, los focos, signos de puntuación".
La analogía es poco feliz y esa confusión puede verse en el film; una película tediosa que por momentos recuerda, por sus recursos, historia y ciertos parlamentos, al cine de Eliseo Subiela. En un momento, la pareja protagónica (mientras Sorvino se desviste) tiene una conversación que incluye la pregunta: "¿Quién demonios eres?", y la respuesta: "Soy yo. Eso es lo que soy". Y luego: "¿Tienes alma?". La película no carece de pretensión intelectual y pseudometafísica; hay autorreferencialidad y reflexiones sobre el lenguaje del cine y la creación. El Auster director afirma que es una película "complicada"; admite que hay tantos hilos que recorren la historia que "para cuando llegas al final, están tan enmarañados unos con otros (...). Pero lo más importante es que se trata de una historia muy emotiva, una historia de sentimientos profundos y poderosos". Auster hace referencia a una "estructura onírica de los hechos" que mueve la narración; narración que deja ver a un escritor de novelas demasiado ambicioso, quizá también demasiado desesperado por triunfar, además, en la industria del cine.
1 comentario:
¿por qué no sos "quien para decirlo"? ¿por bella y misteriosa o por contratapista?
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