(...)“Yo me sentía re bien en Colombia”. A pesar de vivir momentos tensionantes, la Hermana Helena cuenta sus anécdotas más tremendas con el mismo entusiasmo con el que habla de los nenes que cuidaba. “Una vuelta, estaba ayudando con la Comunión en la Parroquia y, de repente, me doy vuelta y siento una cosa fría acá (se señala el costado de una pierna). Resulta que había un soldado que había visto unos sospechosos en el fondo de la iglesia. Entonces se puso a custodiar. Yo no lo había visto. Y cuando me doy cuenta está al lado mío, lo miro al cura y me hace como una seña de que me quede tranquila. Al final era que me custodiaba a mí y a los que estaban dando la Comunión. Y uno vivía así. Qué se yo…en los micros no tanto, pero cuando veníamos en auto nos paraban. El ejército, “los Para” o los otros… a mí me tocó una vez bajarme con uno del auto. Era “Agrupación no se cuánto de Campesinos”. Iba subiendo a la Abadía y me pasé. No me di cuenta de que estaba el cartel. Empecé a desconocer y me crucé a uno muy vestido de paisano con un fusil enorme, me hizo señas y entonces me quedé ahí. Entonces yo seguí pero, claro, rara me sentí. Y entonces ‘Madre, Madre, ¿a dónde va?’. ‘Me voy a los Benedictinos’. ‘Uh, se pasó como media hora de camino, baje otra vez por donde subió y cuando encuentre el cartel azul, doble…’. Yo había visto el cartel azul pero no sabía. Y eso fue todo. Cuando vuelvo, bajo del auto y los padres me esperaban y el monje también, estaban muy afligidos porque había pasado la laude, la misa, todo. ‘¿Qué te pasó?’. ‘Es que seguí subiendo, Mario, me encontré con un paisano con un fusilazo…’. ‘Con ustedes no se meten, quedate tranquila’. Ella se quedó tranquila. Porque ellos ‘la verdad que con mucho respeto. Los soldados también’. Pero esa tranquilidad iba a durar poco, porque si con las religiosas se mantenía una convivencia pacífica y sin intromisiones, no pasaba lo mismo con los jóvenes del lugar. (...)
Carmelita Misionera Teresiana
Carmelita Misionera Teresiana
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