Terminé de leer la segunda novelita del chileno Alejandro Zambra. Alguien que pasó por mi escritorio agarró el libro y preguntó que vas a hacer.
-"Reseñarlo"
-¿Para qué? La literatura chilena no existe
-¿qué es la literatura chilena?
- ¿A quién carajo le importa la literatura chilena?
-Bueno, tenés a Lemebel, a Bolaño, a Isabel Allende, a Zurita, por lo menos hay variedad.

La pregunta del pobre tipo me pareció divertida para empezar una reseña ¿qué tienen en común tal y cual? Esas preguntas básicas, de atractiva retórica que nunca pueden tener, en casos así, grandilocuentes como "la literatura chilena", "la nueva literatura argentina", ninguna respuesta que no sea un gran blef que mucha gente se va a morfar.



Lo que no es verdad, acerca de Zambra, es esto que, después de leer el libro, encontré en un blog que no voy a citar:

"La segunda novela de Alejandro Zambra es, como la primera, un bonsái. Una profundización de aquella estética borgeana del resumen, que el autor ya delineó en su comentado mini-libro de 2006."


De borgeano, Zambra, nada. Sera que ante el malentendido, ante la necesidad de decir algo acerca de algo, la gente agarra el borgeano o la generación y dice más boludeces de la cuenta y así todos se van haciendo, sucesivamente, los boludos. Una generación de boludos (ya me extenderé)

Es que la crítica es así; como el amor.
Es como tocar el cielo.

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