enamorado perverso


Escribí esta nota sobre otro muy buen libro de Cuenco de Plata, esperando encontrar, como en otra novela del autor, encuentros bizarros de sadomasoquistas salvajes.

Me encontré, sin embargo, con una tristísima historia de amor. (No sé que pasa últimamente, pero me estoy topando con muy buenos libros)

En el diccionario se lee: "Masoquismo. (De L. von Sacher-Masoch, 1836-1895, novelista austríaco). Perversión sexual de quien goza con verse humillado o maltratado por otra persona". El término aparece por primera vez en la primera edición de 1886 de Psicopatía sexual, de Kraft-Ebing. El médico utiliza la figura del escritor para definir un comportamiento perverso invitando –daño colateral– a la reducción hermenéutica, al cerco temático. Esta apropiación de la psicopatología, le dio más fama en aquel campo; y pese al rescate deleuzziano en el siglo pasado, los libros de Sacher-Masoch son difíciles de conseguir. Su novela más conocida es La venus de las pieles, sólo una de las tantas piezas de su serie El legado de Caín.
Buena noticia. Eslabón inhallable de este autor semisecreto, Editorial El Cuenco de Plata acaba de publicar, por primera vez en castellano, la exquisita Don Juan de Kolomea. La nouvelle incluye un apéndice crítico de su traductor, José Amícola, que alerta sobre el momento de producción de la obra. Amícola acierta al afirmar que la Venus de las pieles fue "catapultado a la fama desde temprano, a partir del contexto de psicopatías sexuales en el que fue leído". El interés del reciente volumen está dado por la peculiaridad, en algún sentido, de la pequeña pieza: la elegancia del relato la coloca en otra sintonía, y hasta por encima de su novela más famosa.
Es imposible no señalar a Masoch dentro de los "autores de lo perverso"; es difícil que la primera aproximación no lo asocie al Marqués de Sade, quien inspiró –¿es necesario decirlo?– el término sadismo. Si la complementariedad de las prácticas sexuales actúa de modo especular sobre la obra de ambos escritores, es necesario rescatar a Masoch de la forzada unidad dialéctica impuesta con respecto a su predecesor francés. Lejos de la ruidosa lujuria del Marqués y su exótico mito de autor, Masoch escribía notas periodísticas y libros de distinto tipo; su trabajo de escritor profesional pesó tanto como los trascendidos de sus aventuras amorosas, origen de su poética de los vínculos signados por idolatría y maltrato; éxtasis, esclavitud y oscuros interrogantes.
Evolución. La estructura de la obra es la del clásico relato enmarcado. El diálogo se establece entre dos caballeros a los que la policía demora en una taberna. Basta con que alguien señale al recién llegado como un "hombre peligroso", para que éste reduzca el alcance de su poder al género femenino y luego cuente la historia de su vida. La presumida explicación "Ser seductor puede basarse en un mecanismo erótico o en pura vanidad" se licua pronto por las tristes confesiones.
Desde el comienzo, el sentido de la obra se despliega en varios niveles. Si hay una sensible observación del comportamiento de los personajes en la taberna, se cuenta, con pocos elementos, el conflicto político y racial entre rusos y polacos. Lejos de la intención didáctica, entre las anécdotas del Don Juan se fusionan, con atrapante naturalidad, conflictos paralelos. Si los personajes pertenecen a "la pequeña Rusia", el narrador explica los incidentes del lugar a los lectores alemanes y construye un texto cuya fuerza literaria incluye la intervención política.
"Ama y engaña a todos, para no ser tú engañado." Si en las primeras páginas las descripciones tienen rasgos un tanto ampulosos, si se describe en detalle cómo penetra la luz de la luna en el interior de la taberna, o las comparaciones con figuras vampirescas pretenden sentar claves, a medida que avanzamos es la propia naturaleza la que va intercediendo en los personajes, son las fuerzas animales –perros, lobos, osos, víctimas de cacerías– las que dan sentido al intento del protagonista por comprender la lógica del deseo. Imágenes como "La melancolía se colaba por los intersticios junto con el moho, el claro de luna y el canto" desaparecen y dan lugar a un creciente torbellino de sucesos, desde el amor a primera vista hasta el nacimiento de un tercer hijo y las múltiples infidelidades, siempre puestas en cuestión.
Si el "donjuanismo" también se volvió un estereotipado modelo de conducta, el Don Juan de Kolomea puede decepcionar. No hay en él frías descripciones sexuales. No hay detalles de conquistas estratégicas. Se despliegan situaciones exasperadas; y el dolor se vincula al amor de un modo tan voluntario como compulsivo. Los fetiches del Don Juan y los juegos con su esposa Nikolaia adquieren el peso de la más necesaria exigencia: "Cuando ella dormía podía tenderme a su lado y estarme horas mirando su respiración, y si suspiraba , eso me angustiaba como si yo me hubieses portado mal con ella". La angustia, la desesperada insatisfacción, la nostalgia –"vivíamos como una pareja de golondrinas"– y los incidentes que cierran el relato se leen como una profunda reflexión acerca de la naturaleza de las relaciones, la inevitabilidad del engaño, la lucha cotidiana por la supervivencia. Las aventuras amorosas son, apenas, el tema secundario del libro, que cuenta, sobre todo, la historia de un amor extremo, frágil y sufriente.

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