"Cómo decirle adiós a un escritor felizmente extraño"

Sobre Gabriel Bañez. Publicado en el ultimo Perfil, en el suple de Cultura. El título, mejor que el mío es del editor.

Acá miguel russo también escribe sobre él en Radar Libros

Es jueves y en la tele pasan, todavía, la ostentación bizarra del funeral más mediatizado de la historia. Michael Jackson convoca estrellas, descansa en paz en un ataud de oro mientras un coro exclusivo canta sus hits, algunos sacan provecho de la ceremonia y decenas de cámaras transmiten en vivo. Uno sabe y se repite, asumiendo el lugar común, que ni una décima parte de eso sucedería en el medio literario. Ni aunque se tratase de un escritor famosísimo, multimillonario, de estética super pop o directamente frívolo. El lugar común se reitera cuando uno comenta que mejor que sea así. Es jueves y un amigo escritor avisa que acaba de enterarse de la muerte del escritor, editor, blogger y periodista platense Gabriel Bañez, sucedida una semana atrás. Al leer las primeras necrológicas comentamos: “Bañez se hubiera reído de ésta”. Al enfrentar el género y aplicarlo a un intelectual como él, cínico, agudo, analítico, pero también generoso y divertido, uno quisiera ser Andrés Calamaro componiendo su canción Los chicos: es inevitable pensar que el autor de Hacer el odio no hubiera celebrado el hecho de enfrascarse en las encorsetadas convenciones del adiós.

En una entrevista publicada en la revista española Teína, Cristian Vazquez contaba que al ingresar al edificio donde también funciona la editorial La comuna que Bañez dirigía, nadie parecía ubicarlo:

“—No te conoce nadie acá.

—Mejor —susurró él con una sonrisa torcida, pícara.”

Si ese tibio y apenas celebratorio desdén tuvo una coherencia con ciertos paratextos que lo calificaban como “escritor secreto”, la polisemia de sus intervenciones fueron como un ronroneo de fondo del artefacto ambiguo que podríamos llamar cultura –cuyos mecanismos desenmarañaba con crueldad y humor en su novela homónima-, un sonido constante pero sin estridencias que lo configuran como un escritor felizmente extraño: activo sin ansiedades, inteligente sin declamaciones.

La obra de Bañez es extensa, difícil de resumir y se proyecta siempre entre la continuidad y la ruptura. Pueden, desde luego, mencionarse los más de diez títulos publicados, los premios recibidos. Desde Parajes, novela ganadora del Primer Premio Provincial de Novela Roberto J. Payró en 1975; hasta la más reciente, publicada apenas hace unos meses, La cisura de Rolando, ganadora de la primera edición del Premio Novela Sur el año pasado. En aquella oportunidad, en entrevista con PERFIL, el autor señaló que “la disfuncionalidad” bien podría ser el eje que recorre toda su obra. “Reincido porque me parece que todos somos un poco disociados, un poco discapacitados”. Durante la entrega del premio llamó la atención el dedicado agradecimiento que expresó –con nombres y apellidos incluídos- hacia los “laburantes” de prensa y cada una de las áreas involucradas. Y siguió:“Les dedico este premio a las ballenas, que con tanta puntualidad y sensatez se acercan a la costa para mirar a la gente”. Demostrando que su figura de escritor también es algo disfuncional, dijo: “Un amigo de la infancia, Ignacio, cuando le comenté que había ganado, me dijo: ‘¡Cuidado!, porque vos fracasando sos muy bueno’.” Mientras algunos literatos de su generación se desesperan por alcanzar un incierto estatus de consagración, a veces a costa de rozar lo patético, Bañez parecía dedicarse a pensar y escribir; a enseñar y agradecer. Su último post hablaba de Fernando Peña. Su título era “Gracias por escribir”.

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