Argentina-Canada según mí-Segunda Parte. El show pautado antes del adiós

Sí, fue lindo mientras duró. Esta es la segunda parte de ésto

  1. Aviones de papel blancos y celestes caen en picado al terminar el primer tiempo; aviones verdaderos pasan a poca distancia de lo más alto del monumental. Los periodistas se levantan de sus asientos para ir a buscar café o agua; ya empieza a oscurecer y a refrescar. El cielo, por suerte, despejado. Nunca nos ganó tanto la lluvia como en partido contra Perú. Como nubes de una plaga de langostas, nadie vio con claridad cuando Palermo hizo su famoso “gol de la salvación” en el último segundo del último minuto.
  1. Tevez hace amagues, canchereadas, lujitos que, no se cómo se vio en la tele, acá hacen reír, graciosos.
  2. La hinchada hiper producida: niños con caras celeste y blanco, muchas remeras de Palermo, cantitos cada tanto del que no salta es un inglés, una ola que se rompe al llegar a la platea de prensa
  3. El sonido es clave. Como dije, al principio música festiva. Después, el himno raro. Luego, cantitos de arenga. ¿cuál es entonces la novedad? Por primera vez, se escuchan los gritos de los jugadores. No es que estemos mucho más cerca que otras veces.*Teorías:

La gente estaba más tranquila, no sólo porque el resultado iba más que bien, sino porque bueno, sí, era un amistoso. Entonces no hay puteadas, no hay órdenes vociferadas a árbitros, jugadores y DT. Tampoco hay hinchada visitante. La colombiana, la peruana, la venezolana no dejaban de cantar en ningun momento, resaltando cuán parcos éramos los argentinos.Había menos periodistas transmitiendo, con los medios que podían, la mayoría por celular.


*Conclusión provisoria: lo que más emoción genera son esos gritos pelados, espontaneos, en bruto. Mucho más que la música dramática o alegre, los papelitos volando, los mensajes de los hinchas en la pantalla, el relator. En medio de tanta parafernalia, las voces de los hombres, la acción percibida cercana, gestos sin deidad, el show de la simpleza, el juego, humanos que corren y patean, potencian todo, la austeridad que genera un efecto impresionante.

  1. Pidieron a Palermo, le dieron a Palermo. Antes de terminar piden a Messi. Cuando me doy vuelta para preguntar a los chicos de perfil si ellos también querrían a Messi hacen la típica atinada observación que me hace quedar como una imbécil:

-Sí, ponele que nos encantaría. Lástima que el partido se terminó.

Giro, derrotada, y veo como los jugadores van saliendo de la cancha y yo retrocedo 5 casilleros en mi camino lúdico hacia cierta legitimación.

  1. Termina. Copa Bicentenario. Estallido que da miedo. Fuegos artificiales. Fito Paez y un lacónico pedido a “los muchachos” para que le “den una alegría a la gente” y canta, sí, adivinaste, “Y dale alegría, alegría, alegría a mi corazón”.
  2. ¿Y entonces cuál se supone que era hoy mi misión? La que me dijo el periodista deportivo que me saludó alegre: ¿Por qué no le das tu libro a Tévez?
  3. ¿Por qué no?¿Tengo algo que perder?
  4. Antes hizo un despliegue involuntario que despertó cierta -bueno, mucha-envidia y una falsa resignación:

-Uy, qué boludo. Cómo no se me ocurrió. Esta seman

a entré al predio con X que quería conocerlo a Maradona y Maradona quería conocerlo a él y...

-¿Cómo que entraste? ¿Pasaste del hall?¿Fuiste adonde nadie puede ir a menos que sea de la AFA?

-Sí, sí –dice con displicencia- bueno, estaba Tevez ahí dando vueltas y le saqué una foto, y bueno, a X con el Diego, también. Le pude haber dado tu libro. Ok.

Entonces me dice que se lo de en la zona mixta. Y yo con eso de que no hay nada que perder.

  1. Los VIPS vuelven al mundo de los pasillos alfombrados y dejan ahora las puertas abiertas de sus palcos ahora repletos de botellitas vacías. Escucho que alguien dice que Maradona suspendió la conferencia de prensa. Bajo las escaleras, siempre toco las acreditaciones en bolsillo –una para nada: la de acceso a Conferencia de Prensa; otra lista para mostrar: la de la zona mixta.
  2. Pasillo ancho que bordea todo el estadio. Al costado hay cuartos, canchas, gimnasios con ventanas. Nadie juega en la cancha de voley: hay una convención de policías que parecen tomar clases teóricas mientras fuman; no parece posible que eso pase en este lugar; están ajenos a todo. Del otro lado, cada tanto ventanas que muestran el interior de la cancha; el punto de vista es tan humano, que se siente de veras la desproporción como no se siente tanto desde las tribunas.
  3. Los Seguridad me mandaron por este lado. Cuando llego al vallado, veo que los periodistas deportivos están del otro lado del pasillo conformado también con vallas; la zona mixta. Y a mí me dejaron del lado de afuera. Me mandaron por el lado equivocado, pero si doy toda la vuelta al estadio, para cuando llegue todas las estrellas habrán huído como cenicientas luego de bailar con los príncipes que los galantean con sus micrófonos y cámaras de televisión.

–No puedo hacer nada. Tengo órdenes de que no deje pasar a nadie.

No se conmueve cuando le muestro mi acreditación, ni cuando invento que mi jefe –vendría a ser Rubén García –me va a matar si no logro estar donde están los otros. Le digo que su colega Seguridad me dijo que viniera por acá y nada. Pruebo con otro, en la punta de la izquierda. Un chico está en la misma pero no se preocupa tanto: en general los equipos de producción se mueven de a dos o tres. Su compañero está del otro lado y se pudo relajar. Seguridad de izquierda dice lo mismo, y que cualquier cosa preguntemos a Seguridad de la derecha. Le digo a este chico que insista él, que yo vengo de fracasar con ese tipo. El chico no se copa. No queda más que insistir con Izquierda. Le digo que tengo el mismo derecho que cualquiera que tenga este pase. Dice no. Y de repente, la frase que pronuncio por primera vez es eficaz:

-Me estás discriminando.

14. Apretujamiento. Me toca al lado hombre con cámara y micrófono, tiene las manos llenas de cosas: un sobre con un resumen del banco y más papeles. Hace malabares, es ridículo. Trato de twitear y de sacar fotos con la otra cámara, soy ridícula. La pregunta es ¿quién falta salir?¿Fulano habló?. Y el consuelo que me tira chico tele de pronto cuando le pregunto quién pasó ya es que “no habló nadie todavía”. Creo soy la única que siempre buscó otra cosa, aunque tuve que fingir, camuflarme con la ansiedad de “la declaración”. Un día metí el micrófono cuando “habló el kun Aguero”. Nunca hice nada con esa grabación.

15. Espero que el de al lado me saque un ojo “sin querer”; ya ha sucedido. Es un tipo alto de un canal deportivo. Me pregunta de qué medio soy

y no se bien qué decir. Él no espera respuesta, parece que además de hablar conmigo en una intimidad no buscada, escucha por un auricular que tiene en la oreja y dialoga con él. Al rato da por sentado que soy periodista de espectáculos. Repregunta y repregunta de a quién tengo que conseguir. Me da un poco de vergüenza decir que tengo que darle algo a Tevez pero lo digo. Y agrego: “me mandaron a”.

16. Lo imprevisto no es que Mascherano hable y Heinze no, que Maradona declare después de haber cancelado la conferencia de prensa porque no tenía nada que declarar, sino que, de pronto, el notero de la tele diga cosas como “claro, te entiendo, este medio no es solidario”. Y otras como: “¿querés que si viene lo llame yo?”. “Ponete así, más visible”. “Decime y yo me corro eh”. Sí, sí: algo tan básico como la solidaridad.

Lo imprevisto tampoco es que cancheree con que tiene los números de todos los jugadores, que me ponga en el compromiso de darle el mío, y que hoy haya recibido interesantísimos sms como “y llego el encargo a manos de tevez?” y “le va a llegar vas a ver tenes un halo especial” o “Anoche los muchachos estuvieron de farra jajajaja” para luego otro con nombre y apellido de vedette supuestamente involucrada (claro, pensaba que soy de espectáculos, eufemismo de chimentos, ahora entiendo por dónde me quería enganchar: haciendose “la fuente”). Ni hablar de metáforas que equipararían, en comparación, a Corona con Shakespeare: “querían seguir haciendo goles jajaja”.

17. Lo interesante es ver a Jonás que hace tres paradas, cumpliendo con el deber interior de atender a la prensa –muchos siguen de largo- según lo pautado. Se detiene en dos lugares específicos. Se acerca, somos una de las opciones para la última parada, la tercera–el chico de al lado lo llama, yo le hablo, le entrego un sobre, pone cara de sorpresa de dibujo animado, repregunta nombre de destinatario- y vemos unos ojos que quieren disimular el shock de la luz de la cámara, el asedio de las preguntas que responde diplomáticamente, pero vemos un sudor intenso que le cae de la frente, sobre la sien, todos los demás salieron impecables pero el parece abatido, algo estresado, y cuando se apaga la cámara es un perrito de la calle, de esos a los que le pegaron mucho y cuando lo llevás a tu casa para cuidarlo se asusta y sale corriendo y se choca las ventanas aún cuando la puerta a menos de un metro esté abierta. Jonás cumple con el protocolo perfecto y termina las palabras de siempre después de cualquier partido, se aleja de la valla y camina unos pasos paralelo a nosotros pero hacia la pared, casi choca a un patovica que lo agarra y le dice, “es por allá, Jonás, es por allá”, él tira la cabeza para atrás y se deja guiar unos segundos, hasta que se ubica y se va, caminando rápido, muy transpirado, con un sobre en la mano, por el lugar correcto, después de habernos dejado esa pequeña escena intensa, como un desvío de guión.

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