" - ¿Por qué nunca ejerció la entrevista de confrontación?
- Porque nunca hice periodismo. El periodismo tiene hoy más que nunca el modelo del interrogatorio jurídico policial. Del tipo de quien le preguntó a Shocklender si había matado a sus padres ¿Qué quería que le contestara? Ese tipo de entrevista es para que el público vea cuan macho es quien se atrevió a preguntarle tal cosa a alguien que, a su vez, contesta, desde el modelo también judicial de la prueba o de la persuasión- coartada. Un muñeco tirando a otro
(...)
- ¿Y cómo define una buena pregunta?
La que ni se nota, como dar el pie en una obra de teatro. Yo no quiero que el entrevistado no sepa la letra. Quiero que cuente la historia que él sabe es la más divertida de su vida, incluso su caballito de batalla. Nuestro mito de una "buena entrevista" es algo que todos compartimos aunque nos parezca criticable. Una "buena entrevista" es aquella donde el entrevistado devela un secreto -sexual si es posible -, agravia a un colega o confiesa una práctica ilegal. En la subespecie más convencional, cuando hace una denuncia que desmiente una versión oficial de corte político. Yo prefiero los momentos sin subrayados, los que se parecen a parlamentos de personajes literarios. Por ejemplo, hice un montaje de las explicaciones que me dio Pablo Suárez para falsificar un cuadro del siglo XVIII. Lo interesante no era que me estaba contando que había falsificado cuadros sino los detalles técnicos, dichos con un tono de un maestro chorro a su aprendiz.
- Si el mito de una "buena entrevista" se relaciona al hecho de que el entrevistado devele secretos sexuales o confiese prácticas ilegales, ¿se asemeja en algún punto al sacramento de la confesión, en donde alguien se anima a confesar lo que niega o calla en otros contextos?
- Es cierto, no hablé del modelo de la Inquisición. La conquista se practicó con las armas -el exterminio-, la palabra -la crónica- y la transmisión de la culpa -la aculturación-. En la versión laica de la confesión, la entrevista, no hay penitencia, al contrario, hay premio: los quince minutos de fama. Sin embargo, la confesión sobre algo sexual está muy devaluada por exceso de visibilidad. Las trabajadoras sexuales, los swingers, etcétera, responden a entrevistas con un lenguaje cercano al activismo político y ni hablemos del ordenamiento sexológico del sexo como hace la dulce e inocente instructora Alessandra Rampolla."
La que ni se nota, como dar el pie en una obra de teatro. Yo no quiero que el entrevistado no sepa la letra. Quiero que cuente la historia que él sabe es la más divertida de su vida, incluso su caballito de batalla. Nuestro mito de una "buena entrevista" es algo que todos compartimos aunque nos parezca criticable. Una "buena entrevista" es aquella donde el entrevistado devela un secreto -sexual si es posible -, agravia a un colega o confiesa una práctica ilegal. En la subespecie más convencional, cuando hace una denuncia que desmiente una versión oficial de corte político. Yo prefiero los momentos sin subrayados, los que se parecen a parlamentos de personajes literarios. Por ejemplo, hice un montaje de las explicaciones que me dio Pablo Suárez para falsificar un cuadro del siglo XVIII. Lo interesante no era que me estaba contando que había falsificado cuadros sino los detalles técnicos, dichos con un tono de un maestro chorro a su aprendiz.
- Si el mito de una "buena entrevista" se relaciona al hecho de que el entrevistado devele secretos sexuales o confiese prácticas ilegales, ¿se asemeja en algún punto al sacramento de la confesión, en donde alguien se anima a confesar lo que niega o calla en otros contextos?
- Es cierto, no hablé del modelo de la Inquisición. La conquista se practicó con las armas -el exterminio-, la palabra -la crónica- y la transmisión de la culpa -la aculturación-. En la versión laica de la confesión, la entrevista, no hay penitencia, al contrario, hay premio: los quince minutos de fama. Sin embargo, la confesión sobre algo sexual está muy devaluada por exceso de visibilidad. Las trabajadoras sexuales, los swingers, etcétera, responden a entrevistas con un lenguaje cercano al activismo político y ni hablemos del ordenamiento sexológico del sexo como hace la dulce e inocente instructora Alessandra Rampolla."
Encontré esta entrevista de Astrid Pikielny a María Moreno en la Revista "Debate".
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