trabajo en esto mientras el campo, la ciudad y la política, trabajo en el libro éste.
(...)Olvido convenir una forma para identificarnos, así que esa mañana ruidosa de lunes, al ver una chica con un cuaderno en una de las mesas, no dudo en acercarme y preguntarle su nombre mientras me siento a su lado, un acto que atrae de inmediato a un mozo preocupado, “¿necesita algo señorita?”, pregunta para que yo entienda “¿puede hacer el favor de no molestar a nuestros clientes?”. La confundí con otra persona nada más, digo y me paro y la chica, que ahora se identifica extranjera sonríe nerviosa, todavía algo asustada o sorprendida. Me siento en otra mesa y al rato aparece, pelo largo, morocha, pulovercito azul escote en V, camisa blanca debajo, jean, botitas, una cartera enorme, una carpeta gigante y voz algo chillona, Malena, que se acerca directamente gracias a que dejé el grabador sobre la mesa; símbolo internacional de entrevistador que espera entrevistado. Pido una gaseosa y ella un café, pero ya empieza a haber olor a pizza, de a poco va entrando más gente, la extranjera se va, y me parece que hay demasiado movimiento como para lograr una charla íntima, eso que alguien puede suponer que tiene que tener este libro: confesiones únicas, secretos guardados por años, y hasta revelaciones escabrosas.
De todas maneras, ya es tarde para buscar el decorado de mis sueños, el que quede mejor en el libro ideal. Ya estamos acá y confieso yo: todavía no se con exactitud cuál es la certeza que el libro debería dar; desconfío de las revelaciones y la confesión tiene un peso relativo en este contexto. Entonces hablo de este barrio, le pregunto adonde vive, si tiene novio y me dice que sí. (...)
(entrevista con ex monja en pizzería Kentucky)
(...)Olvido convenir una forma para identificarnos, así que esa mañana ruidosa de lunes, al ver una chica con un cuaderno en una de las mesas, no dudo en acercarme y preguntarle su nombre mientras me siento a su lado, un acto que atrae de inmediato a un mozo preocupado, “¿necesita algo señorita?”, pregunta para que yo entienda “¿puede hacer el favor de no molestar a nuestros clientes?”. La confundí con otra persona nada más, digo y me paro y la chica, que ahora se identifica extranjera sonríe nerviosa, todavía algo asustada o sorprendida. Me siento en otra mesa y al rato aparece, pelo largo, morocha, pulovercito azul escote en V, camisa blanca debajo, jean, botitas, una cartera enorme, una carpeta gigante y voz algo chillona, Malena, que se acerca directamente gracias a que dejé el grabador sobre la mesa; símbolo internacional de entrevistador que espera entrevistado. Pido una gaseosa y ella un café, pero ya empieza a haber olor a pizza, de a poco va entrando más gente, la extranjera se va, y me parece que hay demasiado movimiento como para lograr una charla íntima, eso que alguien puede suponer que tiene que tener este libro: confesiones únicas, secretos guardados por años, y hasta revelaciones escabrosas.
De todas maneras, ya es tarde para buscar el decorado de mis sueños, el que quede mejor en el libro ideal. Ya estamos acá y confieso yo: todavía no se con exactitud cuál es la certeza que el libro debería dar; desconfío de las revelaciones y la confesión tiene un peso relativo en este contexto. Entonces hablo de este barrio, le pregunto adonde vive, si tiene novio y me dice que sí. (...)
(entrevista con ex monja en pizzería Kentucky)
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