2009. córdoba
El viernes estuve en una librería bonita, con libreras que entendían y leían y hablaban simpáticas.David Voloj hizo una lectura fina de Los domingos son para dormir. Lo contradije en algo, ya no recuerdo en qué. Eso dio pie a hablar más ebulliciente, estuvo bueno. Carbonel preguntó cosas, sentado en el suelo. Sillones blancos, estanterías blancas.
Después fuimos a comer al lado. La pizzería con look ochentas. Una moza me dio una especie de estampita con una ilustración de Olmedo. Todavía la conservo, no se por qué quedó con los maquillajes; esas cosas que pasan cuando parás en un hotel y más tarde el objeto queda inmóvil, asociado a ese viaje, por mucho tiempo más.
Me contaron de la relación entre literatura y cuarteto: no existe, dijeron.
A la noche, en el auto de Ferreyra con Carbonel (David y la novia se tuvieron que ir temprano), fuimos de recorrida.
La Docta parecía una ciudad paralela, y el centro, los centros, los bares, la gente, un territorio para quedarse ahí, circulando, pero las voces de adentro, que hablaban de libros, autores, militancia, viajes desde otros lugares para llegar ahí, no dejaban escuchar los gritos de allá.
Cuando llegué al hotel, sonreí sola, por primera vez en muchos, muchos meses.
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