sobre más que humano (revolver papeles viejos calma un poco la ansiedad)
El prejuicio tiene muy mala prensa pero es condición de posibilidad de ciertas buenas experiencias. En una época en que estaba interesada en personajes psicóticos y subnormales, una compañera de la universidad me dijo que tenía que leer Más que humano. El título estaba bueno, pero lo que sabía del Sturgeon no me seducía en lo más mínimo. En un decálogo -las reglas del arte suelen ser innecesarias y por eso inútiles -que elaboró el escritor dijo algo bastante cierto "El noventa por ciento de todo es basura". Luego le robaba a Poe al decir: "Nada es lo que parece". La colección -Ciencia Ficción de Minotauro- completaba el panorama poco estimulante. ¿La ciencia ficción no es acaso para adolescentes aburridos? (el prejuicio suele ser precedido por la ignorancia). Pero como también se lee para combatir, lo empecé con la certeza de que lo devolvería sin haberlo terminado y orgullosa de haberlo previsto.
Cuando esperaba encontrar naves espaciales, alienígenas, ciudades sobre el aire y rayos láser, encontré escenarios –rurales, urbanos- y personajes que tenían la densidad de lo que llamamos "real" y, al mismo tiempo, mucho de freaks: un idiota que duerme sobre charcos, unas niñas incapaces de conocer otros seres humanos, un niño menospreciado por sus conocimientos de mecánica, gemelas con capacidades telequinéticas. Tampoco es posible situar la historia en una época precisa: el universo Sturgeon es el de la extrañeza y la indeterminación. Mis prejucios retocedieron (humillados): el problema no era de maquinaria ni de aventuras; había un planteo sobre la "condición humana". La frase, admito, puede no significar nada, pero no es el caso. Explicarlo tampoco tiene mucho sentido. Y el final- cuando hace tiempo se habla de quebrar las expectativas del lector- tiene un tono optimista que no trivializa los planteos de la obra. ¿Quién dijo que el final -potencialmente- feliz sólo es apto para estúpidos cuentos de hadas?
Cuando esperaba encontrar naves espaciales, alienígenas, ciudades sobre el aire y rayos láser, encontré escenarios –rurales, urbanos- y personajes que tenían la densidad de lo que llamamos "real" y, al mismo tiempo, mucho de freaks: un idiota que duerme sobre charcos, unas niñas incapaces de conocer otros seres humanos, un niño menospreciado por sus conocimientos de mecánica, gemelas con capacidades telequinéticas. Tampoco es posible situar la historia en una época precisa: el universo Sturgeon es el de la extrañeza y la indeterminación. Mis prejucios retocedieron (humillados): el problema no era de maquinaria ni de aventuras; había un planteo sobre la "condición humana". La frase, admito, puede no significar nada, pero no es el caso. Explicarlo tampoco tiene mucho sentido. Y el final- cuando hace tiempo se habla de quebrar las expectativas del lector- tiene un tono optimista que no trivializa los planteos de la obra. ¿Quién dijo que el final -potencialmente- feliz sólo es apto para estúpidos cuentos de hadas?
(publicado en el Suplemento de cultura de Perfil)
2 comentarios:
Leí más que humano a las 11 años. Y se convirtió en MI libro FAVORITO de toda mi infancia-pubertad. Tanto que lo releí unas ocho veces más. Siempre, todo de un tirópn. Cómo amé ese libro. Hasta que, a los 14, leí El cazador oculto.
¿Muy obvia?
No! Son muy lindos libros, no hay obviedad ante eso!
Saludos, Vir!
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