una caminadita tranqui

Voy a comprar cigarrillos al quiosco de la vuelta de la casa de mi mamá, a la que a veces le sigo diciendo “mi casa” aunque ella viva ahí desde que yo ya no vivo acá. Tengo que pasar enfrente del paseo de las esculturas; el nombre suena más glamoroso que lo que es en realidad pero igual es muy lindo. Hay esculturas monumentales hechas por artistas bahienses con restos de una estación de ferrocarril o de un tren, no me acuerdo, uno de los mellizos dice que una se parece a un pez gigante y tiene razón.
Ahora hay gente sentada en sillas playeras, el pasto seco pero la fuente sobria, moderna, funciona, pasar en bici por ahí. Hice una changa para una revista una vez, escribir largos epígrafes sobre fotos de la ciudad. Algun porteño vio la foto del paseo y dijo, sin ironía, parece Alemania. (la foto no era ésta, claro)
Cuando llego al quisco que es enorme y oscuro caigo en la trampa de las revistas de cultura y los diarios sobre un mostrador y ademas de cigarrillos me llevo la Ñ; en Buenos Aires no la compro nunca, a veces leo los lunes el ejemplar que hay en la redacción, o ahora la chusmeo si tengo ganas por Internet. Pero este quiosco tiene tantas cosas que es difícil no querer llevar más que cigarrillos. Alpargatas hay.
No me atiende el padre, me atiende el hijo que no conozco, siempre hablo de los que están detrás de este mostrador en términos de familia, es como si no pudiera como que pienso, “cómo van a contratar un empleado”. Se nota que atrás está la casa, a veces cruzan bien y otras con disimulo las cortinas de plástico cuando traen cervezas para vender de su propia heladera porque parece que acá está prohibido otra vez, como en época de Duhalde, vender en los quioscos.
En Buenos Aires veo a la gente tomar sol en las plazas y me da tristeza pero la gente tomando mate en el paseo es otra cosa. No es arbitrario ni por nostalgia, ese paso previo al chauvnismo local; es una cuestión lógica estética: acá se ve bien el cielo, no hay, todavía, aunque ya los están construyendo, edificios que bloqueen la vista o la lleven de vuelta al interior.
Cuando íbamos camino al campo, a mis 9 o 10 años, pasábamos por el parque de mayo. Estaba lleno de autos, de chicos, de familias – en ese entonces veía todo en función de familias, algo muy de infancia- haciendo picnics, caminando, algunos, los más afortunados en la calesita que no se veía desde la calle. Le preguntaba a mi mamá porque no podíamos ir un día al parque. Me contestaba que nosotros podíamos ir al campo. Que pobre gente, tenía que amucharse ahí porque no tenían un campo adonde ir. Algunos nenes nunca habían visto una vaca ni habían andado a caballo.
Yo quería, más vale, ir a la calesita.

4 comentarios:

Explorando dijo...

...aunque yo podía ir al campo de chico (tengo parientes que trabajan en el campo) la salida de mi infancia era al parque, preferentemente al independecia, por cercanía a mi casa. Claro que me llevaban a la calesita, pero no sé, ahora de grande me da pena pensar que me no me ganaba la sortija, que el calesitero me la daban por lástima capaz...

...otra cosa. las esculturas del paseo fueron hechas si con resabios del ferrocarril, pero no por artistas solamente bahienses. se hizo una bienal, como las que se hacen en resistencia...

...para mí los quioscos de revistas son más llamativos que las librerías...

...un saludo real...

Sonia dijo...

Gracias por los datos, no me acordaba.Y si el calesitero te daba la sortija ¡en buenahora! Lo habrás disfrutado mucho seguro.
Saludos!!

emicolo10 dijo...

yo soy de bahia el paseo de llama de las esculturas.
mi blog es
www.distopias-argentina.blogspot.com

emicolo10 dijo...

yosoy de bahia blanca el paseo se llamaba, de las esculturas