Los domingos son para dormir por Patricio Erb
“¿Qué cuento te gustó más?” Sin lugar a dudas esta era una del 99% de las preguntas periodísticas que conocen de antemano su respuesta. “No sé”, me dijo la autora de “Los domingos son para dormir” (Editorial Entropía), que de inmediato amplió su contestación contándome los cuentos preferidos de otros. “Los domingos son para dormir”, de Sonia Budassi, invita, del primero al último de sus relatos, a mirar una pantalla de 1000 pulgadas de ideas que buscan desesperadamente un pedazo de carne. “Acto de Fe”, “Seis menos dos”, “Fuera de temporada”, estuvieron entre los mencionados por Budassi (que otros le dijeron), como las narraciones que más gustaron. Tal vez estos tres cuentos pueden pensarse como el paso de la racionalización cartesiana más brutal a la materialidad del dolor (sea de felicidad o de tristeza).“Acto de Fe”, con mirada femenina, hace recordar a "Memorias del Subsuelo", de Dostoievski. La protagonista, sola en el extranjero edifica sus relaciones (lo maravilloso, lo más o menos, lo terrible) de forma imaginaria. Incapacitada de gritar... de decir, la actriz principal del cuento mantiene vínculos ficcionales con los que la rodean. Pese a todo, allí deviene lo concreto: la muerte, como una irrupción en la vida intelectual, inmóvil, de ella, que sabe pero no puede. Imaginando una línea progresiva hacia la tangibilidad, el cuento “Seis menos dos” podría funcionar como un puente entre lo intelectivo y lo material: la vida de una niña de campo que, dentro de su mundo enfant, vive junto a sus tres hermanos, en casi una misma escena, el nacimiento (fallido) de un ternero y la muerte de sus padres.Con respecto al primer cuento aquí mencionado, en “Seis menos dos” se observa un giro: la niña protagonista del cuento, dentro de su inocencia, es parte del barro del mundo; mira como sus hermanos (sin éxito) ayudan a parir a un ternero, siente dolor al clavarse una astilla y asume con naturalidad que no verá nunca más a papá y mamá. Finalmente “Fuera de temporada” es el punto de llegada de esta falsa progresión que elimina por completo al mundo de las ideas platónicas. Llegar a Pehuancó en diciembre significa abandonar el racionalismo cartesiano y entrar definitivamente al “conocimiento de sí” foucaultiano. No se trata de empezar a leer libros de autoayuda, sino de enfrentar físicamente los problemas que nos atormentan. Tres amigas en un balneario (nada chic) del sur de la provincia de Buenos Aires fuera de temporada, es la entrada concreta de “Los domingos son para dormir” a lo bello y a lo desagradable de la vida.
"pictures to prove"*
En la única foto que tengo de la presentación me siento escoltada, como estuve, por un Bruzzone un Vanoli y, más allá, un editor SMD pero está mejor ver a los que rondan, dos o tres pasos después; una muestra de un par que fueron muchos más.
Los domingos son para dormir por Hernán Vanoli
celebramos un libro, se vienen otros, soy Susana soñada
Y quiero hablar de cada uno y las cosas inteligentes -mucha intelectualidá hubo también- o bobas pero divertidas y cariñosas que se dijeron seguir pantalleando esa noche tan llena de gente y preciosidad ("quedemonos un rato más, la gente tiene buena onda", dijo un amigo)en Libario bar, pero qué fiaca tengo que ir a trabajar.
(...)
Ella dice (y fue así mutuo, instantaneo, luminoso):
"Ayer noche, en la presentación del libro de Sonia Budassi, todos quedamos vaporosos después de oir las palabras de Vanoli, Bruzzone y el cuento que leyó Soña, yo corretée a felicitarla y entonces, entre la brisa del patiecito y las ondas biondas de Soña, nos miramos a los ojos y fue como despertarnos del Leteo; porque había un arquetipo platónico que nos unía, y Soña y yo nos conocíamos de toda la vida. A saber, de ésta:
En un maravilloso post, la preciosa Pola cuenta "todo lo de anoche" y las rutilantes peripecias de nuestra extensa carrera literaria.
(click para ampliar en esas simultaneas dedicatorias -ninguna había chusmeado la de la otra eh- pero era esperable, libro azul, libro rosa, uñas azules, uñas rojas; que bueno que ya tengo su libro para leer)
ojalá venga gente linda
fotografa, talentosa y premiada
++
Prejuicios, etiquetas y generalizaciones, la prensa suele descubrir el libro del año todas las semanas. Sabemos que una publicacion con aspiraciones de circulación masiva necesita nutrirse del áspero goce de convertir su rutina en una determinación certera que, cuando la máquina editorial funciona, cambia el trabajo de discernimiento por el reposo activo del lugar común. La sentencia en forma de título nace a veces del prejuicio o la ignorancia más que de la lectura, el pensamiento o, mucho menos, el rigor. Decir, por ejemplo, que las “editoriales independientes” son interesantes de por sí es un fácil detonante, un botoncito generador de contenido tan bueno como puede serlo cualquier otra generalización.
La editorial 451, por ejemplo, es española y la distribución de sus libros en el país fue recibida, en ciertos espacios de la capital, con una efusividad refleja y muchas veces ingenua.
(Nos estamos salteando el problema, la eficaz pero frágil carátula del término independiente, utilizada con desatino muchas veces para equiparar un proyecto como puede ser VOX, con otro extranjero y bien distinto como el de Tusquets, Acantilado, Anagrama o la misma 451, autoproclamadas independientes pero con una diferencia abismal en cuanto a sus recursos y apuestas, entre otras varias diferencias. Largo etcétera.)
*Una novela de una festejada nueva editorial.
Entonces, el libro.
“Un cajón conservaba docenas de recortes dedicados a la Casa que repetían una y otra vez la manida y proverbial ‘escultura habitable’”, se lee en Casa, tercer libro del peruano Enrique Prochazka que, según anuncia la contratapa, fue nombrada “la mejor novela del año 2004” en su país. Los recortes son periodísticos: un personaje busca saber quién es, en principio, a partir de lo qué dicen de él y de su obra los diarios y las revistas. El detonante de la novela es un golpe, un hombre que cae y nota que ha perdido la memoria de los últimos quince años. Prochazka no elige un personaje simple, sino a un “genio loco”; Hal es un reconocido arquitecto, tan famoso como ermitaño, que ha construido su propia casa de una manera original y exótica. El lugar se intuye como un Frankestein posmoderno, mientras las primeras páginas prometen un descubrimiento detectivesco, de estilo inglés intelectual, en el que, más que pedir testimonios para reconstituir su identidad, el personaje busca con un énfasis que irá colmando cada página, leer los símbolos de su obra; los indicios que él mismo ha construido en su pasado.
Hasta acá, todo parece ir bien. Pero en seguida el autor elige despegarse del riesgo posible y tomar, en cambio, el camino de la pretensión intelectual, del despliegue de citas cultas y de ciertos clichés de la sofisticación y de lo que se supone complejo.
La redundacia como efecto de la estupidez
Enrique Prochazka toma el tópico del doble; cada vez que se refiere a sí mismo, Hal habla de un “Alguien”. “Apareció la mañana colorida, que hinchándose como una burbuja parecía huir del ciego y ya inútil alfabeto de mil toneladas que Alguien y su erróneo dios habían inventado”. También su hija adolescente funciona como espejo de su esposa muerta; lo sabemos porque suele reiterarlo en varios pasajes.
Mientras el personaje recorre la casa buscando esos raros efectos que él como arquitecto a diseñado, observa con distancia el movimiento de sus hijos y de un mayordomo atildado que por momentos recuerda al simpático e irónico personaje de Batman. Pero en busca de todos los recovecos, los juegos de ángulos y espectros ópticos que el diseño arquitectónico de su hogar le ofrece, Hal encuentra “el centro” y la novela da un vuelco. En ese reducto blanco y hermético, el personaje recuerda algunas cosas de su vida, pero también lee obras de antropología en las que se afirma, por ejemplo, que en ciertas tribus, ante la escacez poblacional, se concebía un sororato (es decir, una forma de incesto), “donde la hija, no la hermana, era la igual a la madre”. Ese subrayado, innecesario como todo subrayado, sobre la tensión erótica entre Hal y su hija no es el único.
Cada capítulo está precedido por citas a distintos autores. La frase de Levy Strauss sobre el incesto es tan obvia en esta novela como la de Borges: “¡Oh, dicha de entender, mayor que la de imaginar o la de sentir!”. A medida que se avanza, entre teorías del arte, antropológicas y filosóficas que no complejizan la experiencia literaria ni la cosmovisión del personaje sino que desarticulan y desinflan la intensidad narrativa, la novela se vuelve un cúmulo de pretensiosas abstracciones que diluyen el interés del comienzo. Laberintos, mitología griega, poemas que escribió el arquitecto -“se dispuso a leer con atención y pausadamente su propia obra maestra, sin perder de vista que ella era efecto no del talento, sino del horror moral e intelectual”-, el recuerdo de una confusa iniciación del protagonista junto a un indígena australiano al que llama “el Gran Hombre”, y diversas consideraciones teológicas que terminan por crear una novela de nula densidad, en la que se descubre, sin las vueltas que ya se le han dado desde lo paródico, la gran influencia, tardía, de Borges.
Literatura arcaica
¿Qué propone hoy una literatura que adopta a Borges desde la llana reescritura, desde el solemne homenaje? Es sabido que los best sellers tienen la sana intención de enseñarle cosas al lector sobre distintos tópicos, y que eso los vuelve interesantes agentes culturales. Pero no parece ser éste el objetivo del autor; por el contrario, concibe un arcaico proyecto literario, una literatura frívolamente “seria” y “profunda”. Prochazka parece querer hablar de cosas importantes, inteligentísimas y complicadas, que luzcan escritas con resaltador amarillo fluo.
No es una desviación del narrador si no parte de su estrategia, dejar de lado otros potenciales nudos narrativos, como por ejemplo el reencuentro de ese hombre con una familia a la que le no hablaba desde hace años, entre otros.
Enciclopédica y cosmopolita
La ambición de concebir una novela enciclopédica y cosmopolita es visible desde el vamos, a partir de los nombres de los personajes, “Hal” (alguien me dice que puede hacer referencia al crítico norteamericano Hal Foster), “Anna”, “Aleister”, “Señor Clarke”, todos de tono foráneo o que no suenan precisamente ni peruanos ni latinoamericanos, y también en las nulas referencias a una sociedad, lugar y tiempo determinados. Casa parece traslucir esa ideología de best seller literario de calidad –un estilo que tiene copyright en, precisamente, sellos “independientes” europeos-; de literatura “fina” de exportación, que se pretende para lectores “inteligentes” de cualquier parte del mundo. Pero en ese propósito Casa termina siendo algo ezquizofrénica: en este contexto, no puede extraerse de la redundancia otro efecto de lectura que no sea la subestimación del lector. Y al mismo tiempo, las numerosísimas referencias a artistas disímiles –desde Le Corbusier al escritor Sebald- parecen buscar engolosinar a ese lector con cierta idea de cultura para que se intuya compartida.
Esta combinación hace que Casa sea una obra difusa, que no termina de hablar ni del mundo, ni de la representación, ni de la filosofía, ni de sus propios personajes de manera convincente; y que termine sumando a una larga lista de libros falsamente inteligentes.
12.
dice que su hermano dice que buenos aires
comenta nuestro romance: palabra que nunca usamos
en cambio yo podría haber muerto en medio de un lago
volcanes ahí
el remo clavado en la nuca sin filo entonces la marca
del remo en la nuca bronceada
pasó: quién se llevó la plata de la revista quién sabe
otros se preguntan cómo contemplar el río y los yuyos que se mueven cuando
no hay trabajo y para qué
mi abuelo colgó una cruz en mi puerta: "viene
bendecida desde jerusalem y fue mía por treinta años"
adopto la religión de mi abuelo.
""Budassi por Sagasti"
"Los incómodos cuentos de Sonia Budassi, cuyo sistema nervioso se funda en un formidable sentido del ritmo, niegan esa tríada constituyente de un modo de ser, de una identidad, de un lugar de pertenencia. Acaso sea en el domingo donde mejor se ve un país, una cultura. El resto de los días el trabajo globaliza, la búsqueda de la renta nos hace ciudadanos del mundo.
Los cuentos, como dije antes, dan testimonio de que estos tres pilares se han hecho añicos o se encuentran en vías de. A diferencia de la narrativa norteamericana que lo que muestra es apenas el indicio de un drama que se soslaya, la famosa teoría de la punta del iceberg que John Cheever y Raymond Carver elevaron a cotas casi insuperables, Sonia se interna por ese lugar en donde el iceberg se ha quebrado. No le interesa tanto qué es lo que subyace tras la eterna sonrisa Kolynos de la familia frente al televisor, sino los perfiles agrietados que el témpano ha dejado al desprenderse de la barrera de hielos.
Del mismo modo rehuye del costumbrismo o, si leemos bien, inaugura acaso un costumbrismo de las grietas. Veamos. No hay un andar por el borde, pese a que hay desplazamientos, deslizamientos sobre lo estipulado, lo socialmente convenido, los domingos; digamos que sus cuentos no bordean el filo sino que sencillamente se instalan en las grietas de una sociedad cuyos valores instituidos, el núcleo que fundamenta identidades, señala pertenencias, exige reconocimientos, se ha deshilachado. Sexo, familia, resguardo, intimidades, constituyen tópicos que uno a uno la autora deconstruye mediante un proceso de revisión acrítica, indolente, como al descuido, sabiendo antes que muchos, cuáles son los colores de los nuevos paisajes".
(Vía Entropía. Sigue acá)
mañana
Existe el amor a las guillotinas
Nuevas tecnologías, web friendlys, libros lindos, qué hacer con el cinismo. Siempre podés decir que a esa chica linda poeta la conocías de antes, de "Existe el amor a los animales" por ejemplo, que el libro te lo regaló Violeta Revelación, otra chica linda pero Tamarisca y fue uno de los mejores regalos de cumpleaños y en apariencia hay algo que cierra bien.
Festiva lectora dosis permisiva de domingo en madrugada, sí.
"no estaba solo"
Perros monstruos y niñas que hablan en idioma
dedicatoria
Últimamente los libros dedicados que te regalan cada tanto tienen la firma del mismísimo escritor. Y los que te regalan los amigos que no son autores del regalo, vienen sin nada. Una pena privarse del íntimo y sacrílego y auténtico gesto de desear y dedicar y cursilerear un regalo; de personalizarlo bah, como cuando en una época anterior regalabas tarjetas que venían con leyendas impresas y con espacio en blanco para garabatear en el interior.
ojo
"Esclavas de un Señor"
En las calurosas y por momentos ridículas discusiones sobre si se debe permitir o no que las mujeres musulmanas usen burka en los países europeos, la figura de la monja (quién más occidental y cristiana que ella) aparece como ejemplo sorpresa y bastante contundente en los discursos a favor. Si en Inglaterra se le impide a una maestra musulmana que dé clase con el rostro tapado esgrimiendo que los niños merecen y necesitan ver los rasgos, expresiones e incluso la silueta de su educanda, por qué se deja en manos de tantas religiosas, con sus hábitos tan misteriosos y poco democráticos, la educación de gran parte de la infancia occidental. La monja, equiparada aquí a “la otra mujer” con su connotación de oscuridad y de indefensa figura que no hace lo que hace porque quiere y que por lo tanto merece un salvataje, es una ficción de monja muy próxima la que la cronista de este libro, Sonia Budassi, decide ir a buscar por calles, escuelas, sitios web y conventos de la Argentina. El trecho que va de la fantasía a la vida cotidiana, a las razones personales y las historias únicas, es piso que Budassi decide pisar, grabador en mano, para registrar en su crónica. Representación por un lado y el tono de la voz de cada una por el otro, la gracia de este libro está en la intersección. Como advierte en el prólogo María Moreno, no hay actitud policíaca, detectivesca ni siquiera escandalizadora. No habrá en estas páginas revelaciones sobre sexualidad, represiones de alcoba, ni aparecerán monjas falsas, monjas asesinas, monstruos fáciles de vender en programas de interés general. Sin romper jamás la clausura que les quite el velo encantador, Budassi intenta dar con ellas mientras va mostrando sus propias figuraciones. Una vocación en franca decaída, según los números que se registran en el prólogo, tiene aquí un retrato incompleto y personal, sujeto a los misterios que la religión siempre impone y sujeto también a una ansiedad propia del coleccionista. Sí, una coleccionista de monjas o de historias con monjas presenta aquí lo que parece ser una divina muestra de una vasta colección.
Vendedor de belleza. Sobre Presente Gourmet
Género: Novela
Otras obras del autor: Suaves dedos finos, Antipoemas
Editorial: Milena Caserola
Un sujeto levemente descentrado, cuya voz se fragmenta alrededor de sucesos cotidianos, recuerdos y experiencias, da forma a la novela Presente Gourmet, de Sebastián Matías Olivera. Su estrategia, en consonacia con la época, consiste en relatar no ya grandes peripecias sino pequeños quiebres, fluctuaciones que responden a la escisión de un personaje reconocible. El narrador responde a los más omnipresentes imperativos de la cultura urbana actual, en la que los permisos y exigencias para sobrevivir socialmente se concentran la división del tiempo entre el trabajo y el consumo (o el ocio). La novela parece imponer aquí un énfasis controlado, sin declamaciones, un conflicto que se desarrolla, se deshace, se desvía y reaparece, sin las “curvas dramáticas” que impone una estructura narrativa tradicional. Y en esos aparentes desvaríos, en esa mirada obsesiva, en esas transgresiones mínimas del personaje y también del relato, residen los hallazgos que hacen de Presente Gourmet una obra extraña, personal y atrapante. El protagonista es un vendedor de productos de belleza que recorre colegios, casas y hospitales “de traje y corbata”, mostrando su destreza en las artes del comercio y la persuasión, pero también es un diletante que recorre las plazas y salas de ensayo, fumando marihuana y planeando la próxima presentación de su banda. La ironía discurre haciendo de los grises escenarios, los del trabajo y los de la música, algo tristemente homogéneo, pero salva al relato de los lugares comunes del desencanto. Sin ser una novela trash, el soliloquio no es condescendiente y se arriesga a llegar, por momentos, al límite de la referencialidad; lo que despega al libro de algunos de sus contemporáneos. Las formas de la transacción pautada o salvaje se da en todos los planos, y es el lenguaje el que se plantea como la única resistencia posible. En esa tensión, a pesar de querer conservar la distancia, el narrador puede no ser ajeno a la crueldad del sistema del que reniega. Las primeras páginas, ya imponen el ritmo del resto del texto: “Tuve que escuchar a diez mogólicos hablar de sus capacidades, grupo familiar, expectativas, antecedentes laborales, pero no digas laburo. Si todos hacemos lo mismo, digo, eso de que cuando te dan a dibujar una persona bajo la lluvia, para el BANCO, vos ya sabés que la lluvia son rayitas, que el tipo es de tu sexo, que usa paraguas y tiene sombrero porque sos SEGURIDAD y también no es que está pisando la nada de la hoja A4 en blanco más lápiz que te dieron”. Las reiteraciones, el énfasis silábico, el pulso salvaje de cada fragmento, de aquí en más, trabajan para problematizar el sentido, y hundirse en la paradoja, sin dejar de lado la densa y colorida contrucción de personajes tan lumpenes como- contradicciones naturalizadas- sobreadaptados a su medio laboral.
UNA VERSIÓN EDITADA DE ESTE TEXTO SE PUBLICÓ AYER EN EL SUPLEMENTO DE CULTURA DEL DIARIO PERFIL.
Un Vatimo, una redacción, un fotógrafo, un fulbo
Buena onda los libreros con los Domingos son para dormir
En el blog de la librería Eterna Cadencia hacen festejantes comentarios sobre el arribo de las novedades entrópicas a su petitero local.
Los domingos son para dormir, de Sonia Budassi y Condición de las flores, de Mario Bellatin, son los 2 nuevos libros que nos presenta la editorial, y vale la pena fijarse en ambos.
El libro de Bellatin está formado por un conjunto de textos inéditos y dispersos, recuperados y editados por los integrantes de la editorial. En tanto, Budassi nos regala uno de los mejores libros de cuentos editados en este año."
reseñin pastillero en Llegás
un paraguas de varón
Me parecía de varón o sea horrible y evitaba usarlo cuanto podía; fracasaba la mayor parte del tiempo, cómo vas a convencer a alguien, a los 4 o 5 años de que es posible preferir la lluvia; lloraba humillada pero a escondidas o inventaba una excusa porque me daba culpa llorar porque mis hermanos no habían tenido nunca cosas con dibujitos y además yo sabía que había incluso chicos que no tenían para comer.
Un día me puse recontracontenta cuando abrí mi cama y vi la sorpresa de las sábanas con nenas de vestido largo y con volados, unas con un conejo, otras con sombrillas, juntando flores, eran hermosas como de Sara Kay. Me olvidé del Pato Donald, de la lluvia, de esos chicos que no tenían para comer.
Hoy esa sábana son servilletas viejas que reaparecen de vez en cuando si las nuevas están para lavar y casi nunca viene, cristiano y torturado, ese recuerdo del paraguas bajo la forma de deseo de querer tenerlo otra vez, de ser agradecida, de regalárselo a algún chico, de hacer de ese desprecio secreto un acto pequeño de justicia, un relato que sirva como una forma misteriosa, floreada, perfecta, casi invisible, de reparación.
"evitan cualquier guiño sostenido en efímeras modas literarias"
Mujeres de Dios en ADN de hoy, por Cecilia Macón
Opinión
Autor
Tema
Anís
Por Mariana DimópulosEntropía
176 páginas
$ 27
Autor
Tema
Opinión
El que devora
Por Beatriz Schaefer PeñaVinciguerra
70 páginas
$ 22
Autor
Tema
Opinión
Nadie se muera
Por Fernando Sánchez SorondoGrupo Editorial Latinoamericano
64 páginas
$ 18
Autor
Tema
Opinión
hoy
Condición de las flores, de Mario Bellatin.
Sábado 15 a las 20:30 en La Boutique del libro - Thames 1762.
Presentación a cargo de Ariel Schettini y el autor.
circulacion simbólica de un libro
viernes
recién estrenado
todavía no cumplió una semana, pero llegó a tiempo a Bahía Blanca para la presentación -narrada aquí.
gracias a Valeria Castro, Gonzalo Castro, Juan Nadalini y Sebastián Martinez Daniel que supieron crear, editar y casi diría negociar y apurar al habilidoso encuadernador.
más clipping de reseñas
Este libro de Sonia Budassi propone al lector un insólito ejercicio de voyeurismo: atisbar, por medio de testimonios de primera mano –a veces cándidos, a veces reticentes, siempre reveladores–, cómo viven, qué hacen y qué piensan las monjas de la Argentina en la actualidad. Sobre el tema puede especularse mucho pero se sabe muy poco, y no es el menor acierto de la autora contrastar explícitamente los rudimentarios estereotipos del imaginario colectivo –desde chistes verdes que ya conocía Bocaccio hasta delirantes productos televisivos como La extraña dama– con la experiencia concreta de la vida religiosa. "Estas crónicas –advierte Budassi– son apenas una pequeñísima muestra de la diversidad que hay detrás de las silenciosas mujeres invisibles, del estereotipo o del monstruo que imaginamos; un pequeño coro de contrastes, para escuchar a las que eligen, felices, algo distinto a lo que parece pedir, incentivar y sugerir la cultura de nuestra época".
Mujeres de Dios es en principio una serie de entrevistas a monjas pertenecientes a distintas congregaciones: una misionera que vivió en Colombia muy cerca de la guerrilla, una carmelita descalza enclaustrada en Constitución, la ex miembro de una orden cuyo fundador fue acusado de abuso sexual, religiosas posmodernas que escriben blogs y usan Facebook… Los testimonios son muy diversos y muestran que el fenómeno es complejo y refractario a las generalizaciones. Incluso dos monjas de la misma congregación y que de hecho trabajan en el mismo colegio responden a la convocatoria de la autora de maneras opuestas: cordial y verborrágica la más joven, parca y autoritaria la mayor. Todas, aun las más temerosas, aportan a su modo piezas de un rompecabezas que se sospecha insoluble desde el vamos: el de la vocación religiosa, de sus causas y sus consecuencias.
Decir de un libro de investigación que se lee como una novela es uno de los más socorridos lugares comunes de la crítica. Sin embargo, las monjas de estas crónicas son al mismo tiempo personajes novelescos, en el mejor sentido de la palabra. Esto se debe tanto a lo vívido de los testimonios –"Una risa –cuenta la hermana Francisca acerca de su experiencia junto a guerrilleros colombianos–, porque iban a rezar el rosario y después van a matar a todos. No es posible, nunca entendí eso"– como al buen ojo de la autora para captar y registrar detalles y gestos dramáticos: frases a medias, sonrisas nerviosas, silencios forzados. Como siempre ocurre en los buenos diálogos, lo que aquí se calla –y todas las entrevistas de este libro son de antemano callejones sin salida– no es menos relevante que lo que se dice.
Otro aspecto sobresaliente es el modo en que Budassi, cuya prosa suavemente irónica abunda en momentos felices –basta leer las páginas que dedica al espiritualista mediático Claudio María Domínguez–, imprime a los relatos una extraordinaria dinámica a través del uso de flashbacks, intercalaciones, digresiones y aun pequeñas infidencias autobiográficas: en el comienzo de un capítulo, y marcando así la distancia acaso insalvable que la separa de las mujeres con las que va a encontrarse, la autora lamenta que la hayan citado un sábado a la mañana. "Hubiera preferido otro día", confiesa con mundana pesadumbre. Este involucrarse de la cronista en el relato produce un atractivo contrapunto con sus entrevistadas, especialmente patético en el encuentro con la hermana Alicia, la monja de clausura que se comunica con el mundo exterior a través de rejas y que se ríe al recordar que de chica fantaseaba con casarse.
Lejos del encomio hagiográfico, Budassi sondea a las religiosas con evidente espíritu crítico y a veces con estupor, pero también con irreprochable respeto. Es de agradecer la certera discreción con que la autora aborda el tema de la sexualidad, por demás delicado en este contexto. Lo cierto es que para el lector curioso el libro no sólo resulta amenísimo sino que además contiene notables e imprevistas revelaciones. "Las monjas –se lee en la introducción– son un misterio construido muchas veces sobre la ignorancia y el rechazo, la idealización y el estereotipo". Mujeres de Dios investiga con lucidez ese misterio y lo vuelve más claro, más verdadero y, por eso mismo, más profundamente misterioso.
Por Juan Terranova
(Leído ayer en la presentación)
— No me interesa el tema —me dijo.
Estábamos parados en Avenida de Mayo y Lima.
— Prejuicios —respondí.
— Quizás —insistió ella.
— El libro es atractivo, de buena factura —seguí yo.
— Eso no lo dudo —terminó ella.
— Tiene un público —fue mi último intento.
— Eso no es tan relevante —cerró ella.
La periodista, buena lectora, me dio un beso y se metió en el subte.
Yo le comentaba que había salido el libro de Sonia Budassi, Mujeres de Dios. Un libro “sobre monjas”. Pero no. Las discusiones literarias nunca son ni tan escuetas, ni tan prolijas, ni tan cortantes. Estos es la síntesis. Antes, está el barro húmedo del lenguaje con varias preguntas: ¿Cuáles eran las dificultadas con las que se iba a encontrar? ¿Cómo narrar ese mundo? O mejor, ¿había allí un mundo para narrar? La conversación en la puerta del subte vale igual como ejemplo. Las mujeres modernas, infectadas de un feminismo mal entendido, de un anarco-marxismo liberal, tratando de descular todavía cómo hacer para gozar un poco más, no se interesan por las monjas. ¿Deberían hacerlo?
Mujeres de Dios era un libro muy difícil de escribir y se me hace difícil también escribir sobre él. Primero, porque el tema es esquivo y complejo y da para creer y sospechar al mismo tiempo. Segundo, porque el lúcido prólogo de María Moreno dice lo que hay que decir para vestirlo y presentarlo. ¿Quedo, como hombre, como heterosexual, como católico, en una posición secundaria?
Retomemos. En una sociedad atravesada por el deseo y el lívido, estas mujeres, monjas y religiosas, parecen imposibles personajes de un libro, o al menos, de un buen libro. Con los gronchos o los putos, por ejemplo, es más fácil. No digo que sea mucho más fácil, pero sí un poco. Porque son “el otro” clásico, el otro de la lucha de clases, y al mismo tiempo que son el otro, encarnan una fuerza libidinal, incluso mística, que muchas veces no es más que un reflejo distorsionado de las imposibilidades o fantasías de nuestros escritores y lectores indefectiblemente pequeño-burgueses. El marketing, la publicidad y la literatura han sabido sacar provecho, con diferentes resultados en calidad y cantidad, de esta épica de mirar en la sopa del pobre y ver contornos que nos sorprenden.
Con las monjas, sin embargo, la historia es diferente. El otro aparece opaco, mostrando la falta, la renuncia. Si hay pobreza, también hay riqueza. ¿Puede haber sensualidad en eso? Puede. Pero es una sensualidad distinta. La pregunta sigue acechando a nuestra imaginación siempre escasa. Hagámosla de una, sin dudar: ¿cómo es una vida sin un horizonte de sexo? Y más allá todavía: ¿cómo evitar la perplejidad ante la seguridad en la renuncia?
Me pregunto: La descripción de una felación, que puede ser mujer-hombre, pero también hombre-hombre, ¿resuena en el escándalo? Quizás, pero sabemos qué hacer con eso, sabemos dónde ubicarlo en la estantería personal de nuestro orden simbólico. El libro de Budassi plantea otros enigmas. Sin llegar a lo insondable, ¿no produce una rara incomodidad la frase (cito la voz de una de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús) “La virginidad es la continencia, que ofrece en voto, consagrada y reserva al Creador la integridad del alma y del cuerpo”? Las cosa se vuelven todavía más refractaría si le agregamos conceptos tan devaluados como “Dios” o “Piedad” y prácticas tan poco claras como “la Fe”.
¿Qué hay entonces adentro de Mujeres de Dios? En el libro de Budassi está la monja buena y la monja mala (parecidas al policía bueno y el policía malo). La buena va a decir: “Algo que tiene Jesús es que es un cabeza dura”. Y la mala le va a hacer preguntas todo el tiempo a la cronista: “¿Quién te manda? ¿Esto no lo va a supervisar nadie de la Iglesia?”.
Pero también está la monja que se va al encuentro de la guerrilla rural en Colombia, los efectos del Concilio Vaticano Segundo, una carmelita de clausura que confiesa haber tenido miedo de volverse loca, monjas que tienen blog y aparecen en facebook, el machismo de los Jesuitas y de las mismas consagradas, la entrevista con la piba que dejó los hábitos y cuenta su experiencia “en una congregación conflictiva” (Llega a decir: “La guita, el sexo, la violencia… ¡Faltaba la droga!”).
Y hay también, aparte de las historias, las personas y los personajes, una autoconsciencia del libro que es atractiva, que lo hace sólido. La cronista se cita con una informante en una pizzería de Pacífico y escribe: “Hay demasiado movimiento como para lograr una charla íntima, eso que alguien puede suponer que tiene que tener este libro: confesiones únicas, secretos guardados por años y hasta revelaciones escabrosas”.
Creo que el mundo es demasiado complejo para hacerlo pasar entero por nuestra subjetividad. Sabemos de la trampa de reducir todo a un esquema binario –que remite a la moral, lo bueno o lo malo– o a un sistema cartesiano –que remite a la amplia gama de las teorías sociales del siglo XIX.
Nos queda construir o descubrir nuevos lugares y personajes, examinar, dejarnos modificar por el mundo. Quizás el futuro nos depare, a nosotros, cronistas de hoy, el estilo de la denuncia o la marca del escándalo, mientras tanto nos entrenamos en la inteligencia solapada, en la sutil diferencia, en la trompeta brillante que suena con sordina. Termina un encuentro con una monja y Budassi escribe: “Me deja la impresión de una persona alegre, convencida y entusiasta; es raro pero suena auténtico”. Me gusta esa frase. Ni los cronistas ni los críticos literarios deberían perderla de vista: “Es raro, pero suena auténtico”.
Foucault dice en su Historia de la Sexualidad que, lejos del silencio o el tabú, sólo hablamos de sexo. ¿De qué hablan estas mujeres de Dios? O mejor, ¿cómo hablan? Esa es la pregunta que se hace Sonia Budassi. La precisión y el humor de sus epígrafes, títulos y subtítulos y la elegancia de su prosa se agradecen y confirman, contra todo pronóstico y todo prejuicio, que Mujeres de Dios es un libro que no hace otra cosa que revisar diferentes formas de la libertad.
Editorial Sudamericana invita a la presentación del libro de crónicas
MUJERES DE DIOS
de
Sonia Budassi
Lo presentarán Cristian Alarcón, Juan Terranova y la autora.
Martes 4 de noviembre - 19:30
Boutique del Libro - Thames 1762
cliping-reseñas
Sonia Budassi, nacida en Bahía Blanca en 1978, desembarca con este, su primer libro de crónicas, con un trabajo notable. Mujeres de Dios cuenta con un prólogo exquisito de María Moreno, en el que se anota que la autora “…conserva estratégicamente cierta escisión entre su prosa de cuentista, sus notas de periodismo cultural y su estilo de cronista”, y aplaude su carisma casi transferencial al momento de entregarnos este trabajo, que no se contenta con explotar los elementos que podrían dejarla en un mero efectismo –el tema lo permitiría, sin dudas- sino que se adentra con adultez en un universo que para la mayoría de nosotros, es desconocido. “Las monjas son un misterio construido muchas veces sobre la ignorancia y el rechazo; la idealización y el estereotipo”, introduce Budassi. El intento de la cronista se ejecuta con agudeza sobre la enorme tarea de desmitificar y echar luz con aquella, que parece pueril, intención de encontrar la verdad detrás de las formas. Pero nada de adolescente tiene este intento, sobre todo cuando al final del libro uno encuentra que lo logra, que la joven autora consigue abordar el asunto desde la palabra de las entrevistadas –dándoles su lugar exacto, tomando la distancia necesaria a veces, acercándose cautelosa y rapaz otras-, y haciendo de los testimonios, el elemento prioritario en esta construcción. La investigación se encamina por diferentes vías, congregaciones y experiencias que dan cuenta de la diversidad en la vivencia de la religiosidad de las mujeres que hoy, cada vez siendo menos, todavía conforman un “ejército” que la mayoría de las veces, dicen, es uno de “madrecitas felices”. Otras veces las respuestas evidencian lo opuesto, y los clichés se develan ciertos. Una imagen, apenas: un criadero de orquídeas, la belleza incontrastable de la flor, que de querer salir corriendo, sería detenida por sus raíces enterradas en el suelo.
Verdad Apache
"A quien corresponda: No está bueno derretirse en el lugar de trabajo, sobre todo si pretendemos hacer bien nuestra tarea. Como derretidos y descompuestos no le servimos a nadie, ¿se podrá ir habilitando el aire acondicionado o al menos un batallón de ventiladores para cada piso?
¡Gracias por la generosidad, será bien recompensada!"
***
"Me sumo al pedido de mi compañera. Entre la gente, las máquinas y las luces encendidas, el ambiente se torna irrespirable. Gracias."
tres preguntas tres
"Asi que se puede fumar acá". Estudio 3 con la hermana L. parte uno
Un rato antes le entro en confianza al maquillador preguntandole si trabaja mucho y esas cosas, le digo algo de mí en código yo también soy una laburante y hay un buen clik inmediato, me dice que ahí trabajaba la esposa de X dueño de un medio, mirada de microsegundos de complicidad y le digo "¿Y qué onda esa señora?", se que él espera esa pregunta y él "A vos no te voy a dar mucha vuelta. Era una tilinga de Barrio Norte In-so-por-ta-ble. El otro que vos conocés debe ser igual".
Hay que pasar al estudio. Yo te sigo, le digo a la monja que se mete detrás de un cortinado y todo está oscurísimo ruidosísimo, gritos y música en vivo, mucha percusión y estamos perdidas al segundo paso, es más que nada una sensación porque no es tan grande la cosa y desde el otro lado viene un grito esclarecedor: ¿¿¿¿¿¿¡DONDE ESTÁN LAS MONJAS????!.
Era para el otro lado, hay un escenario al costado super equipado, batería, bajos, guitarras, saxo, trompeta, teclados, micrófonos, una chica con peluca vaporosa y mechuda que canta a los gritos desconocida canción. Y dos tarimas de cada lado con un gran monitor detrás, está el hombre de traje que empieza a hablar en nombre de la defensa del consumidor y entonces basta de música.
Y en el medio una mesa larga con fanny en una punta, nosotras del otro lado, pero antes micrófonos bajo la ropa, y el productor que nos lleva, siéntense ahí, ahí vamos, y ¿trajiste un libros para mets?, traje, la monja me dice que está un poco nerviosa y yo también, pero la tranquilizo diciendo que me dijeron que acá cero sensacionalismo y me dice que con fanny todo bien pero que mets es que hace "preguntas más agudas" y al rato nos presentan, en vez de mi apellido soña busseti y me causa mucha gracia y empiezo a ver el otro lado, las cámaras hacia acá, productores acelerados en la oscuridad y un tipo con un cartel enorme que dice el nombre de la hermana y "periodista de la confar" en vez de "presidenta de la confar" y la hermana hace señas porque parece que ya no se puede gritar y por señas el chico se entiende con fanny y al cargo de ella fanny lo dice bien, pero al instante mets que está al lado mío y, que al contrario de la hermana me cae mejor, frente a un teclado de música bajo el nivel de la mesa dice vamos a visión siete, y enfrente todos agitados, vos que sos periodista debés entender dice fanny y enseguida como graciosa o pícara, le dice a la hermana "es que Cristina tiene un poco de acomodo en este canal".
(...)